Son jóvenes, se sentían confiados y llegaron a pensar que su edad les protegería de contagiarse de Covid-19 o de enfermarse de gravedad. Pero no fue así.
 
A diferencia de las fases anteriores de la pandemia, la tercera ola está afectando más a la población joven.
 
La relajación de medidas, la alta transmisibilidad de la variante Delta y la falta de vacunación influyen para que hoy los jóvenes sean una población de riesgo y lleguen a requerir oxigenación u hospitalización. Cuatro de ellos cuentan sus historias.

'UNO SE CONFÍA'

Hace casi un año Alexis Zamudio, de 26 años, dio positivo a Covid-19. Estuvo hospitalizado seis meses, sigue en rehabilitación y para salir usa un concentrador de oxígeno.
 
Sin ninguna comorbilidad, el virus impactó de forma agresiva y su familia recurrió a la terapia ECMO para salvarle la vida.
 
Por su siglas en inglés, ECMO significa Oxigenación por Membrana Extracorpórea, y es un sistema que ayuda cuando la ventilación mecánica ya no es suficiente.
 
“No me lo creía porque a muchas personas les pega y no les pega así de fuerte”, comparte Alexis. Su gemelo, Edson, tuvo Covid meses antes con síntomas menores.
 
“Uno se confía. Llegar a ese extremo está muy feo”.
 
El joven de Culiacán fue hospitalizado en esa Ciudad el 25 de septiembre del año pasado. Ante los malos pronósticos, su familia contactó al Hospital Christus Muguerza Alta Especialidad, en Monterrey, único lugar del País con un programa de trasplante pulmonar.
 
Alexis está casado con Isabel Jaúregui, de 27 años, quien tuvo Covid al mismo tiempo, pero sin complicaciones, y son papás de un niño de 3 años.
 
Sus papás y sus dos hermanos mayores también tuvieron Covid en fechas distintas, ninguno grave.
 
“La gente no cree que sea tan grave el asunto, pero ya que estás dentro del problema sí es muy feo”, pide Alexis.
 
Alexis despertó estando conectado a ECMO. Y fueron seis semanas con esta terapia, hasta que lo desconectaron el 25 de diciembre. Fue dado de alta el 19 de marzo y vino a Monterrey por revisiones. Ya está en Culiacán, pero sigue en rehabilitación y regresa para consultas médicas.
 
“La parte más difícil es que es una enfermedad muy variable… Un día eran noticias muy buenas, muy esperanzadoras, y al otro día había una complicación”, comparte Isabel.

SIGUE CON SECUELAS

A sus 24 años, Jacinto Tapia estuvo 10 días hospitalizado por Covid-19 en el Hospital San José. Fue dado de alta el 31 de julio, pero las secuelas continúan.
 
“Yo pensaba: me va a da Covid en algún momento, eso es una realidad. Pero no pensé en ningún momento en quedar hospitalizado y menos con neumonía”, comparte el joven de Hidalgo, que vive en Monterrey desde noviembre del 2019.

“Te queda un dolor de piernas muy feo, de hecho te deja los pulmones muy mal… No me siento con la misma confianza de antes, de respirar, de poder salir a caminar normal”.
 
Jacinto es consultor de sistemas y con frecuencia visitaba clientes en San Pedro y Santa Catarina. Dice que además del trabajo, sus únicas salidas eran para ir al supermercado.
 
El 11 de julio comenzó con temperatura y tras una prueba PCR confirmó que era positivo a Covid. El 21 de julio lo trasladaron al Hospital San José porque le era difícil respirar.
 
“Estás a nada de que te intubemos”, recuerda que le dijeron al llegar.
 
Jacinto no podía creerlo, se consideraba muy sano y trabajaba desde casa.
 
“En terapia intermedia fue cuando me di cuenta qué tan mal estaba”, expresa, “porque no puedes hablar más de cinco minutos sin sentir todo el esfuerzo en tus pulmones”.
 
Jacinto respondió favorablemente tras ser conectado por 10 días a un concentrador de oxígeno.
 
Ya en casa, le cuesta asimilar su situación. Bajó 10 kilos y se siente fatigado.
 
“Sí te sientes de la fregada, la verdad. Como jóvenes es muy fácil decir: no pasa nada, y todo normal. Si me da Covid me quedo en la casa dos semanas. Pero la verdad es que las secuelas están muy feas. No te esperas algo así tan mal”.

'NO TENÍA FUERZAS PARA NADA'

Llegó un momento en que Daniel no tenía fuerzas ni para levantarse al baño. El Covid-19 se había apoderado del cuerpo de este joven de 27 años, quien hoy se recupera de a poco de la fuerte neumonía que la enfermedad le provocó.
 
“Me podía sentar en la cama, pero ya no me podía parar porque no tenía ni fuerza en el cuerpo. Mis piernas no me respondían, no tenía fuerza para nada”, cuenta desde su casa, tras pocos días de haber sido dado de alta en el hospital, donde permaneció internado por 20 días.
 
Su primer síntoma fue un fuerte cansancio, después fiebre y un día despertó con la sensación de no poder respirar. Su nivel de saturación de oxígeno estaba en 89.
 
En el hospital lo diagnosticaron con neumonía leve y su familia decidió internarlo.
 
“Ves a tu hijo y te duele el alma, te duele el corazón”, cuenta su padre Carlos, quien mantenía contacto con su hijo a través de videollamadas. “Se te hace un nudo en el estómago, el corazón y la garganta, pero le tienes que dar ánimos”.
 
Algunos días eran más agotadores que otros, pero el momento más complicado llegó cuando sus pulmones empeoraron tanto que él no podía ni moverse.
 
La meditación fue algo que lo ayudó a seguir luchando.
 
“Sí fue un shock”, admite, “porque no pensé que me fuera a pegar tan fuerte”.

'NO SABÍA SI IBA A DESPERTAR'

No podía moverse, respirar era sofocante, estornudar le daba la sensación de estarse ahogando y suspirar le hacía sentir como si sus pulmones se estuvieran congelando.
 
Así fueron los días más críticos con Covid-19 para Mario Hernández, joven de 27 años que llegó a pensar que esta enfermedad lo llevaría a la muerte.
 
“Son días muy difíciles”, recuerda el padre de dos niñas de 1 y 7 años. “No sabías si realmente vas a despertar al día siguiente o no”.
 
El primer síntoma de la infección fue la fiebre. Como sus síntomas iniciales eran leves, decidió recuperarse en su hogar. Pero pronto empeoró. Su nivel de saturación de oxígeno bajó hasta 85 y sentía que le faltaba el aire para respirar.
 
Una especialista lo atendió en casa y le diagnosticó una neumonía grave. Estuvo con oxígeno por dos semanas; cinco días con 12 litros.
 
“Llegó un punto donde se despidió de mí y de mis niñas porque sentía que no iba a poder lograrlo”, cuenta su esposa Monserrat Campos.
 
Entre el dolor y la incertidumbre, logró recuperarse. Aún lucha contra las secuelas de la enfermedad y reflexiona sobre el poder del virus para atacar a cualquiera.
 
“Pensaba que si en algún momento me llegaba a tocar, iba a ser leve porque uno es más joven”, expresa. “Pensé que iba a ser menor”.
 
Con información de Dalia Gutiérrez e Imelda Robles