Bolsas, pilas y montones que crecen cada día, y en algunos lugares ya son más altos que la gente.

La huelga de los servicios de limpieza de París, que comenzaba su dieciseisavo día este martes (21/03/23), dejaba su marca en el célebre paisaje de la capital francesa, una lacra sobre la Ciudad de la Luz.

“Prefiero el Chanel al hedor”, bromeó Vincent Salazar, un consultor artístico de 62 años que vive en un elegante barrio en la margen izquierda del Sena. Un montón de basura se veía en la esquina de su edificio con vistas a los Jardines de Luxemburgo.“He visto ratas”, comentó.

Pero como muchos parisinos tranquilos y acostumbrados a las huelgas, a Salazar no le molesta.

“Tengo suerte de vivir aquí, pero estoy con ellos al 200 por ciento. Ellos huelen esto todo el día. Deberían tener una jubilación anticipada”.

Salazar estaba entre la mayoría de franceses que, según los sondeos, se oponen a la decisión del Presidente, Emmanuel Macron, de subir la edad de jubilación dos años, de los 62 a los 64 para la mayoría y de los 57 a los 59 para los trabajadores de basuras.

Macron impuso la semana pasada la aprobación parlamentaria de la ley bandera de su segundo mandato, sin votación gracias a un poder especial que le otorga la Constitución. El Gobierno superó el lunes dos mociones de censura presentadas por legisladores enojados. Ahora la ley se considera aprobada.

Pero la basura se ha mezclado con la política. Y ni los sindicatos que organizan las protestas ni algunos ciudadanos están dispuestos a echarse atrás. Los carteles que muestran una imagen editada de Macron sobre un montón de basura —o recogiendo él mismo los desperdicios— se han hecho virales en medios sociales.

La Alcaldesa socialista de París, que apoya a los huelguistas, se ha visto en un dilema. El Ayuntamiento rechazó las órdenes de sacar los camiones a la calle y afirmó que no es su trabajo.

Entonces, la prefectura de la Policía ordenó que se abriera el acceso a los garajes. Se ha recogido basura a través de compañías privadas en distritos “muy afectados”, según el Ayuntamiento. Hay problemas para llevar la basura a plantas de incineración bloqueadas.

 Aun así, el Gobierno local dijo que para el lunes, 9 mil 300 toneladas de basura permanecían en las calles, en comparación con las 10 mil de unos días antes.

Los trabajadores de varios sectores, desde transportes a energía, han realizado paros intermitentes desde enero. Pero la basura en la capital francesa ha hecho más visibles a los trabajadores de limpieza, tomados por descontado durante mucho tiempo, y dejado patente su indignación.

La animada cultura parisina de actividades al aire libre se ha visto afectada. Algunas de las estrechas callejuelas de París, que ya son un desafío para el tránsito en días corrientes, están aún más atascadas de lo habitual y los peatones se ven obligados a pasar de uno en uno entre las bolsas de basura.

El olor de la basura rancia y podrida se extiende cada vez más con la llegada de la primavera y el buen tiempo. Las sillas en las terrazas de algunas cafeterías situadas junto a montañas de residuos se ven vacías.

Un camarero que trabaja desde hace 26 años en Le Bistro du Dome, junto al famoso restaurante Le Dome, dijo que en los últimos 10 días habían desaparecido el 50 por ciento de sus clientes. Otros restaurantes sufrían la misma suerte, señaló Guillaume, que sólo se identificó por su nombre.

“No me molesta porque es por una buena causa”, afirmó Franck Jacquot, de 51 años, de pie ante el pequeño bar que regenta. Cerca se veían montones de basura. “Si nos vemos obligados a tomar este camino bueno, aquí estamos”.

La semana pasada, dos protestas espontáneas en la amplia Plaza de la Concordia, ante la Asamblea Nacional, degeneraron cuando la Policía empezó a desalojar a miles de personas con gas lacrimógeno y un cañón de agua. 

Algunos de los expulsados empezaron a prender fuego a las pilas de basura que encontraban en su camino por calles lujosas de París.

El lunes, cientos de jóvenes se manifestaron cerca del recinto monumental de Los Inválidos, donde se encuentra la tumba de Napoleón, ante la mirada de las fuerzas de seguridad.

Una camioneta de sindicato había retransmitido con un altavoz los trámites en la Asamblea Nacional. Hay más protestas por venir: los sindicatos planean marchas nacionales y huelgas para el jueves para presionar al gobierno para que retire la reforma de las pensiones.

Las bolsas y contenedores de basura han servido de combustible para los alborotadores, que el lunes recorrieron la capital francesa prendiendo fuegos, como han hecho en protestas recientes. Al menos 100 personas fueron detenidas.

“La basura es una buena forma de protestar. Tiene un gran impacto”, dijo Tony Gibierge, de 36 años, que dentro de unos meses abre un restaurante en una calle en el sur de París, una calle ahora llena de basura.

Él fue uno de los que acudieron a manifestaciones pacíficas en París y otras ciudades con canciones y bailes en las últimas semanas. “Ahora tenemos que enviar el fuego, dejar de bailar”, dijo. El mensaje: Nada ha terminado, y buena parte de la basura no va a ir a ninguna parte por ahora.