En 1994, el joven Jorge Leiva decidió con algunos amigos, todos creyentes de la Virgen de Guadalupe, pintar la imgen en la esquina donde se reunían por las tardes. Años después, vecinos como Mauel Soto decidicieron mantener la imagen en las mejores condiciones y agregar luminarias, plantas, cancel y luces de colores, para adorar a la Guadalupana.