Ese momento de humor negro se produjo porque las únicas cosas que tenía para guardar en él eran un cepillo de dientes y una taza, afirmó su esposa, Yevgenia, ya que al activista de la oposición no se le permitía ninguna pertenencia personal en régimen de aislamiento.
En otra ocasión, señaló, le dijeron a Kara-Murza que recogiera su ropa de cama al otro lado del pasillo.
“¿Cómo se suponía que iba a recogerlo? ¿Con los dientes?”, dijo Yevgenia Kara-Murza a The Associated Press. Cuando recogió las sábanas, apareció un guardia con una cámara y le dijo que había violado las reglas, lo que trajo más disciplina.
Para los presos políticos como Kara-Murza, la vida en las colonias penitenciarias de Rusia es una sombría realidad de presión física y psicológica, falta de sueño, alimentación insuficiente, atención sanitaria deficiente o simplemente denegada y un conjunto vertiginoso de reglas arbitrarias.
Este mes se dieron a conocer noticias sorprendentes desde una remota colonia penal del Ártico, una de las instalaciones más duras de Rusia: la muerte aún inexplicable de Alexei Navalny , el enemigo más feroz del Kremlin.

“Nadie en el sistema penitenciario ruso está a salvo”, dijo Grigory Vaypan, abogado de Memorial, un grupo fundado para documentar la represión en la Unión Soviética, especialmente en el sistema penitenciario estalinista conocido como gulag.
“Para los presos políticos, la situación suele ser peor, porque el Estado pretende castigarlos aún más, aislarlos del mundo o hacer todo lo posible para quebrantar su espíritu”.
Kara-Murza fue declarado culpable de traición el año pasado por denunciar la guerra en Ucrania. Está cumpliendo una condena de 25 años, la sentencia más dura para un crítico del Kremlin en la Rusia moderna, y se encuentra entre un número creciente de disidentes retenidos en condiciones cada vez más severas bajo la represión política del Presidente Vladimir Putin.
EL LEGADO DEL GULAG

Ex reclusos, sus familiares y defensores de derechos humanos pintan un panorama sombrío de un sistema penitenciario que desciende del gulag de la URSS, documentado por Alexander Solzhenitsyn en “Un día en la vida de Ivan Denisovich” y “El archipiélago Gulag”.
Aunque está en proceso de reformas, “más o menos todavía conserva la columna vertebral del sistema soviético”, dice Oleg Kozlovksy, investigador de Amnistía Internacional sobre Rusia.
La mayoría de las veces, los reclusos viven en cuarteles llenos de literas.
Konstantin Kotov, un activista que pasó más de un año en la Colonia Penal No. 2 en la región de Vladimir (la prisión de Navalny desde 2021 hasta junio de 2022) recuerda las habitaciones estrechas con hasta 60 hombres por habitación.
Ni siquiera la pandemia de Covid-19 cambió eso, dijo Kotov a la AP.
Se pidió usar mascarillas de las 6:00 horas hasta las 22:00 horas, pero él duda que hayan ayudado mucho. “De vez en cuando la gente tenía fiebre alta. Los llevaron a la enfermería, luego los trajeron de regreso y listo”, narró.
LAS COMIDAS SON BÁSICAS E INSATISFACTORIAS

El desayuno consistía en avena cocida; el almuerzo era sopa con poca o ninguna carne, puré de patatas y una chuleta de carne o pescado. Lo mismo en la cena, dijo Kotov.
Los reclusos recibían dos huevos por semana, y las frutas y verduras eran un lujo y casi siempre se agotaban en los quioscos de la prisión.
“La ración no es suficiente y muchas veces no es comestible. Así que casi nadie vive sólo de raciones”, dijo una vez Navalny.
Su esposa describió sus comidas como avena para el desayuno, sopa y avena para el almuerzo y más avena con pescado para la cena.
En las prisiones se venden alimentos adicionales o los familiares pueden enviar paquetes, dentro de ciertos límites. Los que están en las celdas de castigo no reciben paquetes.
Existe un régimen estricto de tareas y deberes menores, como limpiar y estar firmes.
Andrei Pivovarov, que cumple una condena de cuatro años por dirigir una organización política prohibida, debe limpiar su celda de aislamiento durante varias horas al día y escuchar una grabación de las normas penitenciarias, dice su esposa, Tatyana Usmanova.
Pero no puede hacer ambas cosas al mismo tiempo, ni terminar rápidamente y descansar. Los guardias que observan a través de un sistema de vigilancia castigan a los infractores de las reglas.
UN SISTEMA DE ESCLAVITUD

Hay poco menos de 700 instalaciones penitenciarias en Rusia, y la mayoría son colonias penales de distinta seguridad, desde mínima hasta “régimen especial”. Hay entre 30 y 40 colonias penitenciarias para mujeres.
Los presos políticos tienden a ser enviados a aquellos cuyas administraciones ejercen controles más estrictos, dice Zoya Svetova, periodista y defensora de los derechos de los presos.
A los reclusos se les exige que trabajen, pero a menudo no hay suficientes tareas para los hombres. Las mujeres suelen coser uniformes para el Ejército, la Policía y los trabajadores de la construcción, y trabajan muchas horas por un bajo salario, dijo la defensora de prisioneros Sasha Graf.
Nadya Tolokonnikova, miembro del grupo de protesta Pussy Riot que estuvo en prisión durante casi 22 meses en 2012-2013, recuerda coser en turnos de 16 a 18 horas.
“Es un sistema de esclavitud y es verdaderamente horrible”, dijo a la AP.
Se supone que a los reclusos se les debe pagar no menos del salario mínimo: 19 mil 242 rublos (unos 200 dólares) al mes en 2024, pero en realidad solo les dan 300 rublos (unos 3.20 dólares), suficiente para comprar cigarrillos y productos sanitarios en el quiosco de la prisión, señaló Graf.
INTIMIDACIÓN Y REPRESIÓN

Tolokonnikova contó que cuando llegó a la Colonia Penal No. 14 en la región de Mordovia, el director se describió a sí mismo como un “estalinista”.
“Puedes ser alguien fuera de esta colonia, tener voz, personas que te apoyan y se preocupan por ti, pero aquí estás completamente en mi poder y debes entender esto”, señala que le dijo.
Aunque las prisiones son técnicamente supervisadas por comisiones que realizan inspecciones y defienden a los reclusos, en los últimos años sus miembros han sido reemplazados por leales al Gobierno, dice Svetova, quien sirvió en una comisión de 2008 a 2016.
El Gobierno actual utiliza las cárceles para intimidar y oprimir, afirmó.
Los informes de abuso físico son comunes entre los reclusos comunes, pero raros entre los presos políticos, dicen los defensores.
En cambio, la intimidación a menudo se produce mediante la aplicación de infracciones menores, señaló Kozlovsky de Amnistía.
Navalny pasó meses en una celda de castigo por no abotonarse correctamente el uniforme o no ponerse las manos detrás de la espalda cuando era necesario.
Una vez la describió como una “perrera de hormigón” de 2½ por 3 metros que, según la estación, era “fría y húmeda” o “caliente y casi no había aire”.
Los largos periodos en celdas de castigo u otros tipos de aislamiento son una realidad para muchos, y su única salvación es la visita de un abogado o escribir cartas censuradas que a veces tardan semanas en llegar. Algunas colonias utilizan un servicio en línea más rápido.
UN DAÑO EN LA SALUD DE LOS PRESOS

La atención médica es casi inexistente, dicen los reclusos y sus defensores, y sólo hay medicamentos básicos disponibles, si es que hay alguno.
“Los guardias de prisión creen por defecto que el recluso finge y sólo se queja de problemas de salud para obtener algún tipo de privilegio adicional”, según Tolokonnikova.
No sorprende que a los reclusos no les vaya bien en tales condiciones.
Yevgenia Kara-Murza dijo que la salud de su marido de 42 años ha empeorado en régimen de aislamiento.
Sufrió dos envenenamientos casi fatales en 2015 y 2017 y desarrolló polineuropatía, una condición que amortigua la sensación en sus extremidades.
Si bien recibió algún tratamiento en prisión preventiva en Moscú, no ha recibido ninguno en la colonia penitenciaria de Omsk.
“Necesita fisioterapia y ejercicio”, algo que difícilmente es posible en su celda, afirmó.

Alexei Gorinov, ex miembro de un consejo municipal de Moscú que cumple siete años por hablar contra la guerra en Ucrania, sufre de una afección respiratoria crónica y le extirparon parte de un pulmón antes de ser encarcelado. Su salud se deterioró durante las seis semanas que pasó en régimen de aislamiento y todavía se está recuperando.
En diciembre, Gorinov, de 62 años, no tenía fuerzas suficientes para sentarse en una silla o incluso hablar, según dijeron sus abogados. Finalmente lo trasladaron a un hospital penitenciario, pero todavía lo despiertan cada dos horas porque está clasificado como un riesgo de fuga y las autoridades deben confirmar periódicamente su paradero. Lo considera una forma de tortura.
Si bien la presión pública ayudó a detener los abusos carcelarios en los últimos años, Vaypan del Memorial cree que se ha cruzado una línea con la muerte de Navalny.
Es una “señal preocupante” de que las cosas podrían empeorar, afirmó.