“Siempre que vamos a Acapulco,
nuestros hijos nos dicen que
les volvamos a contar la historia
de cómo nos hicimos novios su
papá y yo.
En 2007, antes de Navidad,
‘Luisfe’ me preguntó cuáles eran
mis planes para fin de año y le dije
que estaría en Acapulco. Él tenía
planeado ir con sus amigos de la
maestría y quedamos que seguro
nos veríamos un día en Baby.
Así fue y, desde ese día que nos
vimos, ya no nos separamos. Es
así como a Luis Felipe, de 7 años,
y a Alexandra, de 4, les contamos
que papá y mamá iban a bailar al
Baby con sus amigos cuando se
hicieron novios. Cuando vamos a
Acapulco, ellos nos piden llevarlos
‘a bailar’ a Baby’O también.
Sin duda, una parte inolvidable
de nuestra historia”.