Marine Le Pen, la líder de extrema derecha que realiza su tercer intento de ser la Presidente de Francia, ya tenía el respaldo de los votantes que acudieron a escucharla recientemente en Stiring-Wendel, una antigua ciudad minera que lucha por reinventarse.

Pero tras un discurso de 40 minutos enfocado en el aumento del costo de vida, Le Pen logró hacer lo que incluso algunos de sus seguidores habrían previsto hace solo unos meses: impresionarlos. Los votantes que salían del auditorio dijeron que se había vuelto “menos extrema”, más “madura” y “segura de sí misma”, inlcuso “presidencial”.

“Se ha ablandado. Está más compuesta, más tranquila, más serena”, dijo Yohan Brun, de 19 años, estudiante que creció en Stiring-Wendel y decidió asistir a escuchar a Le Pen “porque ella se preocupa más por los franceses que a los otros candidatos”.

Las encuestas predicen que la elección del domingo será una revancha de la anterior, enfrentando a Le Pen contra el Presidente Emmanuel Macron en una segunda vuelta. Pero eso no quiere decir que esté compitiendo precisamente la misma Le Pen.

Le Pen ha renovado su imagen desde las últimas elecciones hace cinco años. Ha abandonado pragmáticamente ciertas ideas que la habían alineado con los votantes de centro. Se ha aferrado a otras que certifican sus credenciales de extrema derecha. Además, ha lijado conscientemente las asperezas de su personalidad en un esfuerzo por parecer más presidencial y favorable a los votantes.

El cambio de imagen es parte de una estrategia larga y deliberada de Le Pen para humanizarse a sí misma y a su partido y, en última instancia, ganar la Presidencia francesa. Si bien el esfuerzo sigue siendo poco convincente para muchos que la consideran un lobo con piel de oveja, logró darle un aumento de último minuto en las encuestas antes de la elección del domingo que preocupa al campo de Macron.

“Marine Le Pen parece más comprensiva que Emmanuel Macron”, dijo Pierre Person, legislador nacional del partido del Presidente, quien agregó que le preocupa que pueda ganar.

Le Pen había aprendido a hablar directamente con los franceses de clase trabajadora mostrando una vida sencilla no muy diferente de la vida que llevan sus propios seguidores, dijo Jean-Yves Camus, director del Observatorio de Política Radical y experto en el partido de Le Pen, Agrupación Nacional.

“La pregunta es si suena falsa o real”, dijo Camus.

“Para mí suena real”.

Asimismo, ha convencido a algunos votantes.

“Muchas personas tienen miedo cuando les dicen que abandonarán Europa”, dijo Kurt Mehlinger, un ex minero que asistió al mitin con su esposa, Christiane Mehlinger, refiriéndose a las pasadas propuestas de Le Pen de abandonar la Eurozona, mismas que dejó hace unos pocos años.

“Estamos más cómodos con su plataforma actual”.

La percepción sobre Le Pen sin duda se ha visto favorecida por el contraste con Éric Zemmour, ex comentarista de televisión y rival en la carrera presidencial, quien logró superarla en la extrema derecha.

Incluso ha actuado como un pararrayos de los pasados elogios de la extrema derecha al Presidente de Rusia, Vladimir Putin, lo que le permitió a Le Pen reposicionarse mostrándose firme contra la invasión rusa de Ucrania y comprensiva con los refugiados que huyen de la guerra.

Esa yuxtaposición ha dejado a Le Pen como la candidata de extrema derecha más presentable y aceptable, aunque no está claro si hay mucho que los separe.

Le Pen ha abandonado su oposición a la doble ciudadanía, una posición central de larga data de la extrema derecha. Pero todavía quiere reservar los servicios sociales para los franceses. También quiere que sea ilegal para las musulmanas usar el hiyab u otras cubiertas para la cara en público, pese a que recientemente se tomó una foto con una adolescente que estaba utilizando uno.

“Ella está buscando ampliar su base electoral mientras mantiene el núcleo de su programa”, dijo Camus.

Aún así los cambios marcan cierta evolución para Le Pen y su partido, que durante mucho tiempo se había identificado con su padre, Jean-Marie Le Pen, un agitador antisemita cuya política fue moldeada por la guerra y la historia colonial de Francia. 

Incluso antes de la pasada elección, que Marine Le Pen perdió con 34 por ciento de los votos frente a 66 por ciento de Macron, ella expulsó a su padre del partido, entonces llamado Frente Nacional, y que luego renombró Agrupación Nacional.
Inmediatamente después de su derrota en 2017, Le Pen y sus aliados más cercanos se pusieron a trabajar para cambiar su imagen y ampliar su atractivo, explicó Phillpe Olivier, asesor especial de Le Pen y su cuñado.

En ese entonces, se le veía como una “máquina de guerra”, “un toro que se adelanta”, una “ideóloga”, “poco humana” y que actuaba de acuerdo con la “lógica política”, agregó.

Y siempre había rechazado hablar sobre su vida privada porque sentía que ella y sus hermanos habían sufrido personalmente por la carrera política de su padre.

“Era reticente”, dijo Olivier, añadiendo que después de un reciente discurso en el que habló sobre sí misma, dijo que “había pensado en eso todo el día”.

Pero recientemente se ha abierto, sobre el trauma duradero del atentado con bomba con motivos políticos en la casa de su infancia en París; sobre perder a amigos cuyos padres temían dejarlos jugar con un Le Pen; de no poder mantener una carrera legal debido a su nombre radioactivo.

Sus relaciones permanecen complicadas con su padre, quien el año pasado coqueteó públicamente con la idea de apoyar a Zemmour por encima de su propia hija e incluso se volvió a casar en una ceremonia religiosa de la que Marine Le Pen se enteró sólo a través de los medios de comunicación.

Para los votantes en Stiring-Wendel, un pueblo de alrededor de 12 mil personas en la frontera con Alemania, las propuestas de Le Pen de reducir los impuestos y endurecerse con el crimen sonaron favorables.

De manera reveladora, el aplauso más fuerte se produjo después de sus ataques a lo que describió una “migración anárquica” que estaba “alimentando el crimen y arruinando nuestros servicios sociales”, además de poner a Francia en riesgo de “secesión interna y discordia civil”. 

“Un extraño que venga a nuestra casa no se aprovechará de nuestra hospitalidad y respetará a los franceses”, dijo.