TRAGEDIA EN PALACIO

La muerte y la desgracia llegaron al Palacio de Medrano. Este edificio virreinal, que se ubicaba en donde hoy está la Calzada Independencia y la Calle Medrano y que fue derribado a principios del siglo 20, fue escenario de una de las leyendas que todavía se cuentan. 

A principios del siglo 17, Francisco de Pareja fue nombrado Presidente de la Real Audiencia de Guadalajara; el notable hombre quería casar a su hija más pequeña con un hombre rico, pero ella estaba enamorada de un plebeyo. 

Cuando el enamorado se enteró de la noticia fue a rescatar a Ana al Palacio y su padre se dio cuenta. Se trenzaron en un duelo y Francisco murió de una estocada. Al enterarse ella toma una cuerda y se ahorca, mientras la madre ve la tragedia ante sus ojos y también muere de un ataque. La gente contaba que el espíritu de Ana vagaba por los alrededores del palacio como un alma en pena. 

CUENTAS PENDIENTES

La Casa de los Perros (Avenida Alcalde 225) tiene una larga lista de leyendas, pero una de las más populares es la protagonizada por Jesús Flores, un viudo y rico hacendado que fue morador de esa finca entre 1890 y 1898. El hombre buscaba una esposa que le acompañará en sus últimos años de vida y al final se casó con Anita González Rubio, con quien emprendió un viaje en barco a Europa como luna de miel. 

En el trayecto de regreso, el barco estuvo a punto de zozobrar y ambos prometieron que si uno de los dos moría, tendría que rezar un novenario por el descanso de su alma, sin embargo ambos volvieron con bien y unos años más tarde Jesús murió y Ana no cumplió su promesa. Se casó con el administrador de los bienes de su marido, José Cuervo, y decidieron mudarse. Cuando se cumplió el primer aniversario luctuoso de don Jesús, apareció en uno de los periódicos de la época un misterioso anuncio, que indicaba que quien fuera al panteón a rezar el novenario a Jesús, a media noche, por nueve noches consecutivas, se quedaría con la fortuna del hacendado.

Dicen que hubo quien trató de ir a rezar al camposanto, pero que varios sucesos extraños, nadie logró la proeza, por lo que el alma de Jesús sigue en pena por los salones de la Casa de los Perros. 

MISTERIOSA MUERTE

Cuenta la leyenda, que a mediados del siglo 19, un grupo de jóvenes solían pasar las tardes en una esquina de la calle Santo Domingo (hoy Avenida Alcalde), pero un día en punto de las ocho de la noche, que era conocida como la hora de las ánimas, su rutina cambió: los chicos vieron pasar a una mujer vestida completamente de luto. No se sabía de ninguna muerte reciente en el barrio, pero no les tomó por sorpresa, hasta que la mujer volvió a pasar varias noches consecutivas por la misma ruta y uno de los tertulianos decidió seguirla. 

La dama enlutada caminó algunas calles por Avenida Alcalde y giro por la Calle Hospital, hasta que llegó a una casona vieja y abandonada. El chico desistió, pero volvió  a encontrarla y esta vez decidió susurrarle unos versos, como no le hizo caso, la alcanzó y le tocó el hombro. “En ese instante la dama paró, dio media vuelta y una vez frente a él se descubrió el rostro, el joven quedó paralizado de terror al ver un terrorífica calavera de caballo que llevaba aquella mujer por cabeza, a los pocos segundos reaccionó y salió corriendo en busca de sus amigos”, cuenta Carlos Loza. 

El joven le contó lo ocurrido a sus amigos y fueron a la casa abandonada a la que la mujer enlutada había ingresado noches atrás. Registraron las habitaciones y encontraron únicamente muebles viejos y polvo, pero les esperaba un macabro hallazgo en el sótano: encontraron dos esqueletos pertenecientes a una mujer y a un caballo.

“De inmediato llamaron a la policía que determinó que los restos eran muy antiguos y que la mujer había sido asesinada y pese a sus esfuerzos jamás pudieron determinar su identidad, por lo que ordenaron que sus huesos fueran sepultados en las fosas comunes del Panteón de Belén, mientras que los huesos del caballo fueran incinerados. Una vez acatada la orden, jamás volvió a ser vista la Dama Enlutada, la gente del barrio comentaba, que era un alma en pena que buscaba que sus restos fueran descubiertos para que fueran enterrados en suelo sagrado y por fin descansar en paz”, narra el historiador.