Es la década de los 40. La ciudad Nueva York se estremece por la guerra que mantienen entre sí las familias de la mafia. Don Vito Corleone, patriarca de una de las bandas más poderosas, fue recientemente atacado y enfrenta a una larga recuperación.

Su hijo mayor, Santino Corleone, “Sonny”, ha tomado las riendas de la familia en su ausencia y ha ido ganando la reputación de sanguinario. Es un mafioso violento e impulsivo que está deseoso de demostrar su poderío hasta en la forma en la que se traslada: acompañado de un séquito de guardaespaldas y a bordo del auto estadounidense más sofisticado de aquel momento, el Lincoln Continental.

Así va más o menos una parte de la trama de “El Padrino”, película dirigida por Francis F. Coppola y estrenada en 1972. Apenas es un fragmento inicial de esta trilogía que se extiende a lo largo de 539 minutos, pero es justo este momento en el que hace su aparición el emblemático Continental.

El de “Sonny” es la versión coupé de 1941, es decir, el de la primera generación y se trata de un modelo lanzado apenas 3 años después de que el empresario Edsel Ford, hijo del mismísimo Henry Ford, pidiera que el vehículo se creara para usarlo como su auto personal. Vaya, desde su concepción, el Continental buscaba ser una joya del lujo americano y un emblema de estatus.

Su alargado y voluminoso cofre, que portaba un poderoso pero silencioso V12 de 110 caballos; la carrocería ligeramente baja y sin excesivas molduras cromadas eran detalles con los que el Lincoln quería competir con coches europeos. Edsel incluso había insistido en colocar la llanta de refacción montada sobre la parte trasera para reforzar la idea de un veloz auto de baja altura.

La creación de Edsel ganó elogios y no faltó quién lo llamó el auto más bonito jamás creado.

Coppola, quien lleva como segundo nombre Ford en referencia al magnate automotriz, tuvo que tener todo esto en mente cuando solicitó un Continental para su filme. De alguna forma, esas elegantes y exclusivas líneas serían las elegidas por un jefe criminal para moverse con sofisticación por una ciudad con Packards, Buicks y Cadillacs estacionados.

El equipo de producción de Coppola contactó a un grupo de coleccionistas de Lincoln y habría sido uno de ellos, de nombre Eugene Beardslee, el que accedió a prestar su ejemplar para ser pintado en color negro, el tono adecuado para un mafioso que se precie de serlo.

También te puede interesar: Renault Caravelle: el flechazo de Brigitte Bardot.

 

Y precisamente en este color aparece en la escena con el que el vehículo se volvió un referente cinematográfico.

Porque el Continental es el último coche que maneja “Sonny” Corleone: en él es emboscado al llegar a una caseta, donde un grupo de matones rafaguea con cientos de disparos al auto y a su conductor, una secuencia en la que Coppola homenajea el final de la película “Bonnie y Clyde” sin imaginarse que su propia versión terminaría por inspirar parodias de “Los Simpsons” y del presentador de televisión Conan O’Brien.

Por fortuna, el auto original no sufrió daño alguno. Otros dos Continental fueron utilizados para esta escena, de éstos uno sí fue perforado con balas reales y al otro se le colocaron cargas de pólvora para simular los impactos. Sin embargo, el del coleccionista Beardslee se mantuvo en tan perfectas condiciones que en 2013 fue subastado por 69 mil dólares.

Desde entonces, el auto permanece en una colección privada, resguardado del ojo público. Como una estrella de cine ya retirada.