De grandeza humana, un visionario abogado, mentor de generaciones de penalistas y un promotor que llevó a la fama a reconocidos toreros es como recordarán a Julio Esponda Ugartechea, quien falleció tras perder la batalla contra una enfermedad crónica hepática y nefrológica detectada años atrás. 

Nació en Oaxaca, el 26 de marzo de 1962. Fue hijo del matrimonio conformado por Julio Esponda y Edurne Ugartechea, con quienes vivió una infancia feliz con sus hermanas, Emma, Yhone y Edurne. 

En noviembre de 2014, junto a su esposa, Eugenia Saucedo, en la subasta por el 15 aniversario de Fundación Origen.

De 1980 a 1985, con mención honorífica, se tituló como abogado en Escuela Libre de Derecho, en la CDMX. Como parte de sus inicios profesionales, de 1981 a 1992, fue pasante y, posteriormente, asociado en el Bufete Aguilar y Quevedo y de Teresa, S. C., en la Ciudad de México. 

Hasta los últimos días de su vida fue miembro activo de la Barra Mexicana, Colegio de Abogados, A.C. En febrero de 1992, junto a Alberto Zinser, fundó Zinser, Esponda Abogados. En mayo de 1996, Fernando Gómez Mont se unió al equipo con su experiencia en litigios y materia legislativa y, en febrero de 2014, Alejandro Hernández, Alan Punsky y José Antonio López se sumaron con su talento para consolidar la firma Zinser, Esponda y Gómez Mont Abogados. 

En mayo de 2014, con sus socios de la firma Zinser, Esponda y Gómez Mont Abogados, Alan Punsky,
José Antonio López, Fernando Gómez Mont, Alejandro Hernández, y Alberto Zinser

En los años 90 conoció a su gran amor, Eugenia Saucedo Arizpe, con quien vio crecer a sus hijos, Eugenia y Julio.

El entusiasmo por su trabajo lo llevó a las aulas para dejar su legado a futuros litigantes y enseñar, desde 1994, la cátedra de “Seminario de Derecho Penal”, en su alma máter, la Escuela Libre de Derecho, misma en la que fue maestro titular de posgrado en Derecho Penal. 

También, fue titular de las materias “Teoría General del Delito” y “Delitos en Particular”, en la Facultad de Derecho de la Anáhuac México Norte. 

¡OLÉ, PROMOTOR! 

El gusto por la fiesta brava le fue transmitido por su padre, a quien acompañaba a ver a Manolo Martínez, figura del toreo a quien más admiraba, junto a Antonio Ordoñez, José Miguel Arroyo “Joselito”, José Tomás y Morante de la Puebla. 

A los 18 años, ya como estudiante en la Escuela Libre de Derecho, empezó a trabajar como pasante para comprar sus primeros derechos de apartado en la Plaza México, y desde entonces, siempre se le veía en la Monumental, hasta su última Temporada 2019-2020. 

Fue tal su afición que, en 2001, creó el proyecto Tauromagia Mexicana, una escuela que tuvo como idea apoyar a jóvenes toreros e impulsarlos en su carrera. 

En marzo de 2002, ganó el trofeo de la Copa de su Majestad Rey España, torneo realizado en el Club Campestre de la Ciudad de México..

Gracias a la visión de don Julio, junto a Enrique Martín Arranz y reconocidos ganaderos, llevó hasta la alternativa a Octavio “El Payo” García , Mario Aguilar, Arturo Saldívar y Sergio Flores, quienes actualmente son de las principales figuras del toreo en México y otros países taurinos. 

También fueron parte de la formación del proyecto otros matadores como Brandon Campos, Víctor Mora, Oliver Godoy, Gerardo Adame, Luis Manuel Pérez, “El Canelo”, Julio de la Isla y el banderillero, Armando Ramírez. 

Quienes lo conocieron coinciden en que transmitía grandes sueños, retos y pensamientos, además de que, al brindar su amistad, compartía siempre la bondad de su corazón. 

Descanse en paz.

 

“Julio Esponda, hombre líder de una sola pieza, íntegro y con infinita capacidad de compromiso, pasión y sensibilidad para neutralizar las emociones y la razón”. 

MARIO ZULAICA, amigo

“Lo voy a recordar como un maestro de vida, como mi segundo padre, un hombre culto, soñador, filósofo sarcástico, bromista”. 

Arturo Saldívar, torero y amigo

“Quien conoce nuestra historia sabe lo que eres para mí, para nosotros. También sabrá lo mucho que te debemos, te agradecemos, lo que nos duele tu partida y lo mucho que te vamos a extrañar. Tu familia es parte de la nuestra y su dolor, nuestro también. Gracias por tanto, por todo y por siempre”. 

Eduardo Amerena, amigo

En mayo de 2018, con Roberto Viezcas en la Plaza de Toros Las Ventas, en Madrid.

“Querido Julio, simplemente ¡gracias! Por todo, por tanto, por tus enseñanzas y aprendizajes. Seguro nos volveremos a encontrar. Abrazo a tu familia y a los tuyos”. 

Roberto Viezcas, amigo

En la última Temporada Grande de La Plaza México, con José Miguel Maafs, María Fernanda Torres y el matador Rodrigo Galguera.

“Un honor haber compartido alegrías, pasiones, viajes, comidas y, principalmente, haber aprendido de su inmensa sabiduría. Grande entre los grandes, como persona y como profesional; digno ejemplo a seguir. Gracias por todo”. 

José Miguel Maafs, novillero y estudiante de la Escuela Libre de Derecho

En abril de 2018, con Sergio Flores, quien fue reconocido en los Premios Minotauro.

“Gracias por ser una persona que me ayudó a mí y a muchos compañeros a conseguir un sueño, uno del que ahora puedo vivir, comer, conocer lugares y gente maravillosa; por ayudarme a ser matador de toros y tu buena disposición de arreglar cualquier tipo de problemas a cualquier hora, pero, sobre todo, gracias por tu amistad. ¡Hasta siempre, querido Julio!”. 

Sergio Flores, amigo

DE PUÑO Y LETRA

Junto a sus amigos, entre ellos Fernando Gómez Mont, Margarita Zavala y Felipe Calderón.

“Conocí a Julio en los primeros días de clase de la Escuela Libre de Derecho. Siempre abierto, dicharachero, con ese sentido de supervivencia que a los que venimos de otras partes de México – provincianos, nos dicen aquí—nos hace adaptarnos y buscar amigos genuinos. 

Era muy divertido disfrutar de su agudeza, inteligencia y sentido del humor. Aunque no tenía necesidad económica, trabajó desde muy joven en la profesión que amó y en la que era uno de los mejores: el Derecho Penal. 

En esa materia, y en la vida, era audaz, ingenioso, auténtico, original. Siempre había en él una propuesta súbita, a veces temeraria, que haría vivir intensamente nuestros años jóvenes. 

Sé que fue buen hombre de familia, pero de lo que doy profunda fe es que siempre supo ser un buen amigo, solidario y atento. En mi caso, tuve el privilegio de ser uno de ellos, y su enorme figura irradiaba el goce de la amistad y el afecto sinceros. 

En las últimas décadas, por mi trabajo y el suyo, nos veíamos, pero, ahora sabemos, no con la frecuencia necesaria. 

Su vida nos deja muchas lecciones. Imposible aquí describirlas. Una sí, insoslayable: a los amigos hay que verlos, una y otra vez, aunque no parezca permitirlo la sinergia de este siglo que nos trae atareados en tanta tontería. A Julio lo recordaremos siempre, con la tristeza de su partida, pero con la alegría que nos dio el compartir tantos momentos, tan alegres, de su vida. Adiós, Julio, un fuerte abrazo con el cariño de siempre. 

Abrazos a Eugenia y Julio, a Eugenia, a tus padres, a tus hermanas y a tus cientos de amigos. 

‘Que Dios reparta suerte y descanses en él’”. 

Felipe Calderón Hinojosa, amigo