A unos 30 kilómetros de las gigantes figuras precolombinas, conoció Cerro Blanco, una de las dunas más altas de la urbe, en donde debutó en el sandboarding.
“No es un tour para cualquiera, haces cerca de 10 horas caminando en total, cargando todo tu equipo; pasan por ti a las 4 de la mañana y subes más de 4 mil metros para hacer esquí”, explicó.
“También realizamos una ceremonia a Pachamama, la Madre Tierra, para pedirle permiso y protección y agradecerle su bondad; se le ofreció agua, maíz y galletas, luego liberamos energía al gritar desde un cañón, yo se lo dediqué a mi papá, quien falleció de coronavirus”.
De regreso a México, el empresario de la industria automotriz escaló la Peña de Bernal por primera vez, lo cual le tomó cerca de 10 horas; dos días después realizó su salto de paracaídas número 521.
“Tenía más de dos años que no saltaba, fue un fin de semana lleno de pato aventuras; comenzamos una rodada de más de 100 kilómetros, influenciados por mi querida Viridiana Álvarez y, como vida no hay dos, lo hicimos, cómo me divertí”, expresó.
Posteriormente, se trasladó a Quintana Roo para hacer buceo en tres cenotes, de los cuales quedó impactado del llamado “Angelita”, por su densa capa de azufre a 100 pies bajo la superficie.
Después de continuar rodando por algunos caminos del País, saltando de paracaídas y en mayo festejar su cumpleaños 59 arriba del Iztaccíhuatl, Luis realizó su Ironman número 176, en Tulsa, Oklahoma.