Marcharé, como lo he hecho antes, contra los abusos de poder, contra la arbitrariedad, contra las acciones autoritarias del poder. Marcharé para defender a nuestra democracia deficitaria, con la esperanza de componerla, lo cual no será posible si la autoridad electoral vuelve a quedar en manos del partido/gobierno, como en la era del viejo PRI. Marcharé por las conquistas de mi generación: la equidad electoral, la competencia, la alternancia, el padrón confiable, la tinta indeleble, los funcionarios de casilla independientes, las boletas numeradas, y la posibilidad de castigar a cualquier partido sacándolo del poder si lo ejerce abusivamente y sin rendir cuentas. Ahí estaré, como cuando marchamos contra el fraude del 1988 y el desafuero y Ayotzinapa y #YoSoy132 y la militarización y la violencia feminicida, y tantas causas más que nos unen más allá de filias o fobias partidistas. Marcharé porque todavía creo que es posible una patria incluyente, poblada de seres nítidos con los cuales reconstruir un México distinto. Marcharé porque es mi derecho y mi obligación como ciudadana