La Región Norte del Estado es una de las menos pobladas del Estado. Según el más reciente censo de población del Instituto Nacional de Geografía y Estadística, esta zona de Jalisco, integrada por Bolaños, Chimaltitán, Colotlán, Huejúcar, Huejuquilla el Alto, Mezquitic, San Martín de Bolaños, Santa María de los Ángeles, Totatiche y Villa Guerrero, tiene apenas 84 mil 335 habitantes, es decir, apenas el uno por ciento de todo Jalisco.
La historia del mariachi, que se ha convertido en el espíritu sonoro de Jalisco y México, se remonta a los viajes que hacía el Galeón de Manila entre 1531 y 1815 con el objetivo de trasladar mercancías entre Filipinas y los puertos de la Nueva España. Además de traer al nuevo continente especias, porcelana, algodón y seda, con estas expediciones comerciales se generó un intercambio cultural, se trajeron instrumentos musicales que servirían para que “los artesanos amerindios y neogallegos produjeran, desde el siglo 16, cosas tan diversas como minuetes, jarabes y sones para el oído”, recalca el cronista e historiador, Tomás de Híjar.
Los sonidos de los instrumentos de cuerdas fueron evolucionando y viajando gracias a las rutas comerciales de Colima, Tepic y México entre 1531 y 1815, que tenían una intersección en Jalisco y claro, Guadalajara. Esos caminos eran andados por arrieros, algunos ya practicantes de algún instrumento musical, que empezaron a verter sus sentimientos y experiencias en esta música de cuerdas, que tiene sus primeros datos documentados en el siglo 18, en la zona del Sur de Jalisco, pero también en Colima, Nayarit y Michoacán.
“Tenemos datos suficientes para distinguir, entre los años que van de 1531 a 1815, las circunstancias que harán posible el nacimiento de la cultura popular mexicana o de la globalización temprana en la capital del reino de la Nueva Galicia, uno de esos elementos culturales es el mariachi y los caminos de los arrieros”.
Tomás de Híjar
Cronista e investigador.
“El acuerdo que hay entre especialistas e investigadores es que la cuna del mariachi está en el Occidente de México, claro que de Cocula es el mariachi, porque lo dijo Manuel Esperón en su canción, pero también es de todo el sur de Jalisco, de Colima, de Nayarit y de Michoacán, que es la región nuclear del mariachi“, ha dicho Ignacio Bonilla, experto en cultura popular y fundador del Encuentro Nacional de Mariachi Tradicional, quien colaboró en la realización del expediente que se envió a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés), para declarar a esta expresión sonora como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, distinción que recibió el 27 de noviembre de 2011.
Para el académico de la Universidad de Guadalajara, Arturo Chamorro estudioso del fenómeno del mariachi desde hace casi 40 años, resalta que el mariachi antiguo era exclusivamente de instrumentos de cuerdas que se extendió en las distintas regiones de Jalisco, cada una con un carácter y sonoridad peculiar.
“De Los Altos de Jalisco, es el mariachi de tambora e instrumentos de cuerda, que toca jarabes y sones; el del Sur de Jalisco, llevaba arpa grande de 36 cuerdas, guitarra de golpe y violín, y el mariachi del Norte de Jalisco, que podría ser el mariachi wixárika, lleva contrabajo, vihuela y violín, ese fue el mariachi original que dio nacimiento a todo este fenómeno que hoy conocemos como mariachi”.Arturo Chamorro, académico e investigador del Departamento de Teorías e Historia, del Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño.
Arturo Chamorro resalta que cada región también se ha distinguido por sonoridades y temáticas. No existe una sola identidad ni del mariachi, ni de los propios jaliscienses, incluso las letras son también una especie de diferenciador.
El amor, el desamor, la vida en el campo, las narraciones sobre la naturaleza, como la conducta de las aves, pero también descripciones sobre la ganadería o los animales domésticos como símil del comportamiento humano, la vida en las haciendas, las aventuras o enfrentamientos de figuras como los caporales, los mayordomos y los peones, y la dinámica en los sembradíos regionales como la milpa, la pitaya, el frijol y la caña, también aportan una diversidad de discursos a este género vernáculo, recalca Arturo Chamorro.
Aunque el mariachi tenía arraigo en esta región, dio el salto a la fama gracias a la invitación que el Cuarteto Coculense, de Cocula, recibió para amenizar el cumpleaños de Porfirio Díaz, en 1908. Ese mismo ensamble, fundado y dirigido por Justo Villa, se convirtió en el primero en presentarse en la Ciudad de México y también fue pionero gracias una grabación de su música realizada por la discográfica estadounidense Arhoolie, que desde abril pasado forma parte del acervo de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, recuerda el maestro en etnomusicología, Eduardo Escoto.
Eso ayudó a dar a conocer esta música en México y en Estados Unidos, pero lo que catapultó al género fue el lanzamiento del “drama romántico Allá en el Rancho Grande, rodado por Fernando de Fuentes y protagonizado por de Tito Guízar y Esther Fernández (ambos jaliscienses), con ello la cultura popular mexicana salió del anonimato y se proyectó en el mundo desde la ruta de los arrieros donde se meció el mariachi“, concluye De Híjar.
La llegada de las trompetas al mariachi ocurrió hacia la década de 1930. También con ayuda del cine los vestuarios que antes eran rurales, con trajes de manta y sombrero de ala ancha, se transformaron en traje de charro. A lo largo de su historia, el mariachi ha sido el símbolo de la identidad mexicana en el mundo, incluso músicos de países como Japón, Israel o Alemania han creado sus propios ensambles con instrumentos de cuerda y aliento.
Información: Rebeca Pérez Vega.
Fotos: Cortesía.
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