Un emblemático paseo

Ya sea caminando o a bordo de un calesa, dar un recorrido por el Paseo Montejo es obligatorio. Tanto de día como de noche es posible admirar la bella arquitectura de sus edificaciones. Los aficionados a la fotografía aprovechan para hacer tomas de las Casas Cámara o “Casas Gemelas” y del Monumento a la Patria.

Otra forma de recorrer este emblemático paseo es a bordo de una bicicleta. Los domingos suele realizarse la llamada Bici-Ruta, en la que los miembros de la familia se ejercitan al tiempo que disfrutan de esta avenida y de otros puntos de la ciudad.

Tras disfrutar de este icónico punto, vale la pena ir a comprar una típica guayabera a la Camisería Canul Jr., por ejemplo, o probar alguna delicia local como las de la famosa repostería de Tere Cazola.

Edén gastronómico

Quienes visiten Mérida deben ir preparados para gozar de auténticos manjares. Panuchos, salbutes, papadzules, cochinita pibil, empanadas y agua de chaya se encuentran entre las delicias más tradicionales, pero hay mucho más. Ya sea que se asista a un mercado o fonda tradicional, o bien, al restaurante de algún reconocido chef, los amantes del gastroturismo hallarán un gran destino. 

Imperdible es probar las delicias que el chef David Cetina sirve en La Tradición. Ahí, por ejemplo, la cochinita pibil se prepara bajo tierra, como su abuela le enseñó. Además de los platos tradicionales, hay que probar la longaniza de Valladolid, el poc-chuc (carne de cerdo asada al carbón servida con cebolla roja, chiltomate y naranja agria, y acompañada de frijol colado) y el queso relleno, preparado con picadillo de cerdo, aceitunas, pasitas, alcaparras, almendras y queso edam. 

Otro de los sitios que hay que visitar es Néctar, del chef Roberto Solís, quien a menudo habla sobre su pasión por la gastronomía, por los recados (pastas de especias que sirven de condimento) y por el interés de fusionar ingredientes yucatecos en la cocina contemporánea. 

Entre los clásicos están las cebollas negras, las lechugas al carbón, el sashimi de pescado fresco, pasta y langosta, el cerdo orgánico y la tartaleta con puré de ibes, cebolla ixil curtida, glasé de cebolla y salicornia, entre otras delicias. Otro imperdible, el manjar blanco (torta de cielo, espuma y helado de coco).

Vida cotidiana

Todo un placer resulta caminar por las calles y plazas de la capital yucateca. Una ciudad en la que tanto el calor como el buen ánimo de los habitantes suele ser la constante. Andar a ritmo lento por el centro histórico es todo un agasajo. Predomina un ambiente festivo en la Plaza Grande, como los lugareños llaman al jardín central. 

Rodeada de bellas edificaciones destaca la Catedral de San Ildefonso. Sin duda, uno de los puntos más atractivos del centro es la dulcería y sorbetería El Colón, que desde 1907 endulza la vida de locales y visitantes; hay que probar una champola: una bola de helado con leche, como una malteada, pero sin batir. 

Si surge otro antojo, los lugareños irremediablemente recomendarán probar un taco de cochinita pibil en el Mercado Lucas de Gálvez. Al recorrer otras zonas, el viajero notará que abundan los parques. En el de Santa Lucía, frente a la iglesia homónima, suele realizarse la llamada Serenata Yucateca y los domingos por la mañana hay actividades culturales.

Exquisitas estancias

Muchos viajeros coinciden en señalar que Mérida tiene una de las mejores opciones en cuanto a hoteles boutique se refiere. Para constatar hay que pernoctar en alguna de las lujosas y confortables alcobas que la Blanca Mérida tiene a la carta. 

Hotel Casa Azul, por ejemplo, posee una de las fachadas más bellas de toda la Calle 60. Cuentan que la casona de color cielo y de estilo francés pertenecía a un hacendado henequenero y al remozarla, los actuales propietarios se cercioraron de que el viajero palpara el auge del henequén, que tanta prosperidad dio a Yucatán. 

El Hotel Boutique Casa Azul es considerado Monumento Histórico y cada una de las habitaciones se llaman como alguno de los barrios de la ciudad: Santa Ana o Mejorada, por ejemplo. Por otro lado, ubicado en el 480 del Paseo de Montejo, Rosas & Xocolate es uno de los hoteles boutique más deseados por los viajeros. El sitio, cuyos colores en rosa y chocolate se antojan tanto como un helado a un niño, es el resultado de un proyecto que logró rescatar la belleza de dos mansiones. Además de acogedoras estancias son imperdibles los tratamientos del spa y las delicias gastronómicas que ahí se sirven.