El sistema de metro de la ciudad de Nueva York parece más peligroso estos días.

Las estadísticas muestran que puede que no sea solo una sensación. Si bien los delitos violentos en el metro han fluctuado en los últimos años, se ha producido un aumento sustancial en categorías clave desde antes de la pandemia del coronavirus.

Los delitos graves en el sistema han aumentado un 55 por ciento desde 2019. Los asesinatos aumentaron de tres en 2019 a 10 en el año que acaba de terminar. En 2024, las personas fueron empujadas a las vías al menos 25 veces, aproximadamente una vez cada dos semanas, en comparación con 20 veces en 2019.

Todo esto está sucediendo después de años en los que el Alcalde y la Gobernadora intentaron solución tras solución: más policías, más miembros de la Guardia Nacional, más equipos de extensión que dirijan a más personas sin hogar a refugios, así como oficiales y médicos que trasladen a las personas, a veces por la fuerza, a los hospitales si se comportan de manera errática.

Elijah Encarnacion, quien subió al tren M con destino a Manhattan en la estación Myrtle Avenue en Brooklyn el miércoles por la tarde, como muchos pasajeros, desarrolló una rutina de seguridad: vigilar a los demás pasajeros en busca de amenazas, mantener la cabeza alerta y saber hacia dónde se dirige.

Encarnacion, de 26 años, guardia de seguridad y neoyorquino de toda la vida, dijo que sus tácticas le impidieron sentirse demasiado vulnerable. “Pero con toda la vigilancia policial adicional, uno pensaría que la gente se sentiría segura, con todo el dinero que se destina a esto. Pero no creo que haya funcionado”.

Para ser claros, las probabilidades de sufrir un ataque en el metro siguen siendo remotas, pero son menos remotas que antes.

En 2019, el sistema registró 374 agresiones graves, lo que equivale aproximadamente a una agresión por cada 4.5 millones de viajes.

En 2024, hubo 579, pero también hubo aproximadamente un 30 por ciento menos de viajes que en 2019. Eso significa aproximadamente una agresión por cada 2 millones de viajes.

Marcos Soler, subsecretario de seguridad pública de la Gobernadora Kathy Hochul, dijo el miércoles que la violencia en el metro reflejaba las condiciones en la superficie. En comparación con 2019, las agresiones graves en toda la ciudad aumentaron más del 40 por ciento en 2024, y los asesinatos alrededor del 18 por ciento.

Sin embargo, los crímenes cometidos en el estrecho espacio de un vagón del metro tienen un terror especial. El mes pasado, un jurado de Manhattan absolvió a Daniel Penny, un ex marine, de estrangular hasta la muerte a un hombre sin hogar después de que éste subiera a un tren F y aterrorizara a los pasajeros con sus palabras.

Los abogados de Penny argumentaron que busco proteger a los pasajeros de Jordan Neely, quien tenía antecedentes de enfermedad mental.

Hochul dijo en una declaración el miércoles que un proyecto de ley que ella apoyaba para facilitar la hospitalización involuntaria de personas en crisis psiquiátricas podría ayudar a reducir los ataques en el metro.

“Tenemos el deber de proteger al público de actos de violencia aleatorios”, señaló, “y lo único justo y compasivo que podemos hacer es brindarle a la gente la ayuda que necesita”.

El martes, el Alcalde Eric Adams expresó su frustración por la dificultad de mantener a las personas desequilibradas fuera del sistema.

“La gente no debería dormir en el metro ni en la calle”, afirmó. “Y no deberíamos esperar a que cometan un delito, como quemar a una persona inocente o empujar a alguien en el metro, para decir que tenemos un problema”.

Dos horas después del discurso de Adams, Joseph Lynskey, de 45 años, estaba parado en el andén de la estación de la Calle 18, mirando su teléfono, cuando un hombre corrió y lo empujó hacia el camino de un tren que llegaba.

La víctima sufrió una fractura de cráneo, costillas rotas y una ruptura del bazo. La Policía arrestó a Kamel Hawkins, de 23 años, y lo acusó de intento de asesinato. El padre de Hawkins dijo que su estado mental parecía perturbado recientemente.

A pocas cuadras de allí, el miércoles por la mañana, Haley Rohrer, de 25 años, salía de la estación de la calle 14, donde horas antes un hombre de 31 años había sido apuñalado por la espalda por una persona que se dio a la fuga. (La víctima se encontraba en condición estable).

“Siempre me pregunto si va a pasar algo malo”, dijo Rohrer, “sobre todo porque soy mujer”. Pero señaló que sus temores eran superados con creces por la velocidad y la comodidad del metro.

 En el otro apuñalamiento del domingo, un hombre fue atacado en el andén de la estación de la calle 110 del tren 1 de Manhattan por otro hombre que se dio a la fuga. Esa víctima también se encuentra en condición estable.

En una encuesta realizada en noviembre entre pasajeros, la Autoridad Metropolitana de Transporte descubrió que los pasajeros calificaron los subterráneos con un 6 en seguridad, en una escala del 1 al 10. Más del 30 por ciento de los pasajeros encuestados dijeron que necesitarían ver “menos personas comportándose de manera errática” para sentirse más seguros.

Danny Pearlstein, portavoz del grupo de defensa Riders Alliance, dijo el miércoles que los trenes podrían ser más seguros si algunos oficiales que monitorean los torniquetes para detectar evasores de tarifas se concentraran en las plataformas y los trenes.

La MTA y la ciudad han invertido recursos en detener la evasión de tarifas, en parte basándose en la teoría de las “ventanas rotas”, que sostiene que las personas que se saltan el torniquete también tienen más probabilidades de cometer delitos más graves.

“Esa teoría ha sido puesta a prueba durante tanto tiempo que ha quedado totalmente desacreditada”, dijo Pearlstein.

“Si vamos a tener una gran presencia policial en el metro, debería centrarse en la prevención de la violencia, y el lugar que los usuarios del transporte público quieren ver vigilado es el andén y los trenes”.