De acuerdo con datos históricos del Inegi, en 1910, Nuevo León contaba sólo con 365 mil habitantes, mientras que en el último censo del 2020 reportó 5,784,442.

En la época de la Revolución Mexicana, la esperanza de vida era de aproximadamente 30 años (no se especifica la de hombres y mujeres), mientras que la información más reciente indica que es de 75.9 en el estado (79.1 mujeres; 72.9 hombres).

Si bien durante la época se vivieron epidemias y enfermedades que podían ser la causa de los decesos a temprana edad, lo cierto es que también influía la forma de vida que llevaban, ya que al abusar de las bebidas creaban un ambiente hostil y riñas que causaban muertes, y en ocasiones se registraban inundaciones devastadoras. 

Según el último censo, el promedio de hijos nacidos vivos de mujeres de 12 años o más es de 1.9. Mientras que entre 1910 y 1920 era de 6.

En 1910, la población analfabeta en México era del 72.2 por ciento, del cual unas 140,950 eran de Nuevo León, según datos del Inegi.

El último censo, señala que en 2020 sólo el 4.7 por ciento no sabía leer ni escribir en el País, y el Estado reportaba un 1.5 por ciento era analfabeta, lo que equivale aproximadamente a 86,767 personas.

¿Cómo era la vida en Nuevo León en la época de la Revolución?

La vida de Monterrey se concentraba en el centro de la Ciudad, que en aquellos años era pequeña.

De acuerdo con datos del historiador Héctor Jaime Treviño Villarreal, al norte la urbanización no rebasaba la calle Washington y no se había desplazado a los suburbios.

El aspecto de urbe moderna fue creado por la llegada del ferrocarril e industrias como la Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey, la Ladrillera, la Cervecería, las fábricas La Fama, entre otras.

¿A qué se dedicaban?

La guerra no se dejó sentir hasta 1913 cuando los carrancistas intentaron tomar la Ciudad con violencia, pero fueron detenidos por los federales.

Nuevo León figuró más por ser un lugar enfocado en la industria y el trabajo.

La mayoría de los habitantes eran obreros en industrias como Fundidora y Cervecería, tenían talleres de carpintería, talabartería, entre otros.

Vestimenta

La vestimenta durante la Revolución tuvo un papel importante pues mediante ellas se diferenciaba a los bandos en el campo de batalla y se distinguía a los líderes.

Algunos miembros del sector político como Porfirio Díaz usaban uniforme militar de estilo francés color negro, con brodes de mangas y cuello rojos decorados con botones metánicos y con insignias, o bien, portaban trajes sastres tipo frac.

Por su parte, los revolucionarios del norte tenían un estilo vaquero o ranchero texano, con camisas de seda, pantalón de algodón, botas de media pantorrilla, corbata de punta cuadrado, carrilleras de balas y sombreros texanos.

Otros vestían un estilo ranchero con sombrero estilo salacot como elemento distintivo, y unos más lo hacían con ropa de charro compuesta de camisa blanca, pantalón charro, chaqueta de gamuza, botas al tobillo con espuelas y sombrero de ala ancha.

En cuanto a las mujeres, la tendencia también dependía de la clase social a la que pertenecían, ya que las de la clase alta usaban vestidos confeccionados de algodón, manta, lana, lino e incluso seda, que podían haber sido confeccionadas en Francia e Inglaterra.

Aquellas que se unieron a la lucha hacían sus propios trajes militares con falda y rebozos, y hubo quienes eliminaron las restricciones en una sociedad patriarcal usando pantalón.

¿Qué comían?

Durante la Revolución, la gastronomía también tuvo un papel importante e incluso marcó diferencias sociales.

La clase baja y media consumían principalmente alimentos hechos con maíz o harina como tortillas y tamales.

También se comían muchas legumbres como las habas, lentejas o frijoles, y vegetales como verdolagas y la flor de calabaza. 

Por su parte, la clase alta incluía en sus platillos carne, atún, conservas, entre otros.

Para preparar los alimentos, se utilizaban braseros de carbón, cazuelas de barro y cucharas de madera, y molían en metates, molcajetes o molinillos.

¿Cómo se transportaban?

En la época de la Revolución, era muy común transportarse por medio de caballos, ya sea solos o en carruajes, o bien, en mulas o burros.

Sin embargo, la mayoría de las veces se caminaban largas distancias. Y es que aunque el ferrocarril ya había llegado a la Ciudad, y se usaba para transportar mercancía y personas, era costoso utilizarlo, un privilegio.

Por ello, era común que la población realizara viajes largos, que duraban meses incluso, porque se iban en caballo, caminaban y dependiendo del destino, podían usar el barco.

En ese tiempo, los autos ya habían llegado a México, aproximadamente en 1895, mientras que en Nuevo León, el primer coche arribó alrededor de 1906. Pero eran pocos los que circulaban por el territorio.

Según datos del historiador Carlos González, la velocidad máxima era de 15 km/h, estaba prohibido usar el claxon para no espantar a los caballos de los carruajes y se tenía que avisar al menos unos 15 metros antes de llegar a una esquina que estaba por pasar un vehículo.

¿Qué servicios había?

En la época de la Revolución no existía gran infraestructura hidráulica en el País, sino que el agua se obtenía de pozos profundos o norias, en ocasiones se recurría a la recolección de lluvia.

Tampoco había una óptima red de drenaje, por lo que, según historiadores, los baños estaban en su mayoría en los patios de las casas y eran pozos. Poco a poco se fueron introduciendo las obras de desagüe.

No existía un sistema de salud para todos, sino que había unos cuantos hospitales oficiales, no existían los consultorios publicos, guarderías, asilos ni centros de bienestar. Lo anterior llegó hasta después de la Revolución.

Por otra parte, ya existía la electricidad, pero no era suficiente, ya que una se obtenía mediante plantas y otra se usaba principalmente para el alumbrado de avenidas importantes y comerciales, y en algunas industrias.

Formas de entretenimiento

Los habitantes buscaron formas de entretenimiento como el teatro, toros, periódicos de economía, revistas especializadas, entre otras, y se creó un ambiente propicio para la actividad cultural, artística y la moda.

Asistían a paseos por la Plaza Zaragoza donde se presentaban bandas musicales, mientras que en la Alameda había reuniones políticas y sociales.

De acuerdo con datos del libro “Nuevo León, Apuntes Históricos” de Santiago Roel, los juegos de azar fueron suspendidos tras la llegada del Gobernador José María Mier en lugar del General Bernardo Reyes, ya que “en todas partes y con mayor impudicia se habían instalado ruletas que funcionaban día y noche, con serio quebranto de la moral y de los intereses públicos”.

Una de las aportaciones culturales de Monterrey durante la época fue en la música con la letra de la popular canción de “La Cucaracha”, que surgió en 1914, cuando un músico de una cantina de lo que era la Alberca Monterrey, empezó a componer los versos, según cuenta el historiador Treviño.

Los paseos dominicales se hacían hacia La Huasteca o el Diente, en Santiago.

Para 1910, Cervecería ya había desterrado al pulque y el tequila como la bebida favorita de la Ciudad. Según el historiador Carlos González, incluso se llegó a pensar que la cerveza era curativa.

Los deportes favoritos eran el beisbol y el tenis.