La Navidad, ha. 1160-1170.

Mosaico / Autor anónimo
Capilla Palatina, Palermo, Italia

Una de las muchas escenas de los impactantes mosaicos de la Capilla Palatina de Palermo es esta Navidad.
 
Al centro, la Virgen recostada sobre un camastro blanco a la entrada de una gruta abraza al niño envuelto, quien lleva su aureola con cruz y descansa sobre un elegante pesebre.
 
Un toro y un equino miran al niño y un ángel enseña el prodigio divino a los pastores, quienes llegan presurosos a entregar sus ofrendas.
 
Abajo, otra escena exhibe el baño del niño y de lado izquierdo, apacible y pensativo, San José está sentado en una original silla de recuadros.
 
En la parte superior y al centro, la estrella de Belén ilumina hacia el pesebre; del lado izquierdo en ascendente cabalgata vienen los tres Reyes de Oriente (por cierto uno de ellos aún sin la representación como de origen africano) acompañados por ángeles, y del lado derecho un ser celestial con báculo les señala el camino a los monarcas.
 
Una banda con letras negras y fondo blanco dice en latín: STELLA PARIT SOLEM ROSA FLOREM FORMA DECOREM (Una estrella parió al sol, una rosa a una flor, la forma a la belleza).
 
El trabajo realizado en mosaicos por maestros griegos refleja la influencia bizantina, claramente expuesta en el rostro de la Virgen. La extraordinaria superposición de escenas nos permite dar lectura al Nacimiento, al baño del Redentor, a la devoción pastoral y a la llegada de los Magos de lejanas tierras.
 
La combinación de tenues colores ofrecen la sensación de misticismo sin restar emoción al acontecimiento con la posturas móviles de algunos de los personajes, como los pastores, de una de las mujeres en el baño del recién nacido y de los reyes en su travesía.

La Navidad, 1497-1504

Madera policromada.
Autor: Felipe Vigarny o de Borgoña (1475-1542)
Altar principal de la Catedral de Toledo, España

El exuberante altar mayor de la toledana Catedral contiene una secuencia de la vida de Cristo, donde la más destacada de las narraciones escultóricas es la Navidad.
 
Colocada al centro, tanto vertical como horizontalmente, conlleva sólo a la madre, al padre y al hijo, más tres ángeles.
 
El niño desnudo recostado en su humilde pesebre mira a su progenitora, quien con manos orantes, capa azul bordada en oro y diadema dorada, admira la belleza revelada de Jesús.
 
Del otro lado, San José, encarnado en un hombre no tan mayor, vestido con atuendo tricolor y con bordaduras doradas, al mismo tiempo admira al recién nacido.
 
Tres ángeles volátiles piadosos coronan el portento de la Natividad: uno al centro en posición vertical y dos colocados boca abajo.
 
En esta maravilla escultórica en la que el francés Vigarny participa como imaginero, más un equipo de artífices de diferentes especialidades, la egregia beldad de los rostros de la familia sagrada y de los seres seráficos, al mismo tiempo que la calidad de los plisados y caídas de sus atuendos, denota la arrolladora calidad de los maderos transformados en efigies y su magnánimo realismo.
 
Aunque la obra está elaborada durante el bajo medioevo español dentro de un estilo gótico tardío, el en fondo ya se perciben pilastras con elementos que anuncian la intromisión renacentista. Si Italia destaca por sus esculturas en mármol, España despunta por sus creaciones en madera.

Adoración de los pastores,
finales del siglo 17

Óleo sobre tela, 243 x 158 cm.
Autor: Cristóbal de Villalpando (c.1649-1714)
Museo Nacional del Virreinato, Tepotzotlán, Estado de México

Ya muy arraigada la Natividad en la sociedad de la Nueva España, Villalpando, pintor nacido en la Ciudad de México y gran tratadista de temas religiosos, nos despliega la simulación de la estructura de una cabaña con unas líneas del lado izquierdo, para separar a los prototípicos buey y asno del momento en que los pastores arriban para adorar al Niño Jesús cargado por su madre y contemplado por su padre.
 
Con límpidas sábanas blancas y mullida almohada, una pequeña cama está sobrepuesta encima de unas ramas, para denotar que Cristo ha nacido en un humilde pesebre.
 
Dentro del grupo de los pastores, los hombres son de diversas edades, desde el infante que ofrece una canasta con huevos y el hombre joven que carga un cordero, hasta el hombre calvo, barbado y de mayor edad que se postra detrás de la sacra familia, mientras que sólo emerge una joven pastora que se contempla al fondo.
 
En la parte superior un par de rollizos angelitos sostienen una banda con la oración: “Gloria in excelsis Deo” (Gloria a Dios en el cielo).
 
Extraordinaria pintura del barroco novohispano con todo el estilo del claro obscuro, del tenebrismo a través del juego de luces y sombras, donde la luz ilumina los rostros y cuerpos de María, el Niño, José y el pequeño pastor, así como a los demás pastores y ángeles, mientras que las oscuridades se quedan en las siluetas de los animales y en las oquedades de la humilde morada con su ambiente sombrío, que nos transmite la noche.
 
Y tal como era la moda artística del Barroco ondulante y curvilíneo, el movimiento en las posiciones de los seres humanos y celestiales le otorga dinamismo, emotividad y dicha espiritual a esta interpretación pictórica de la Navidad.

La Adoración de los pastores,
1744-1745

Piedra blanca / Autor anónimo
Portada principal de la Catedral de Morelia, Michoacán

Dentro de una disposición vertical y descendente, la escena nos presenta a San José barbado, pelo largo y con báculo mirando hacia abajo, donde su esposa, la Virgen María, adormilada, levanta su túnica para amamantar a su recién nacido hijo a quien sostiene en sus piernas.
 
El habitual burro, que ha perdido parte de su boca, se ubica detrás de San José y el toro está debajo del niño como si le sirviera de sostén.
 
Del lado derecho una pareja de pastores llegan asombrados a contemplar al Niño; uno de ellos se ha quitado el sombrero y se reclina encima de él, mientras que el otro pastor sólo lo levanta.
 
Las pastoras están orientadas una hacia el frente y la otra de perfil. En la parte superior tres retorcidos ángeles entre nubes, de los cuales a dos les falta la cabeza, significan el cielo eterno y cargan una serpenteante banda en significación de la frase “Gloria a Dios en el Cielo”.
 
En el nivel inferior se observan las ofrendas de los pastores: una canasta de frutas, un borrego y un petate amarrado, con lo que podemos inferir que en la elaboración de este relieve escultórico hubo mano de obra de purépechas de la región.
 
Bellísimo como toda la Catedral moreliana, este conjunto escultórico presenta una estética del barroco dieciochesco por la interposición de las figuras, los dramatizados movimientos de los pastores y ángeles, las composturas curvilíneas de algunas vestimentas y el asalto visual de posicionarse al nivel de la superficie.
 
Gracias a que el conjunto maneja los tres tipos de relieves, bajo relieve, medio relieve y alto relieve, es que podemos captar los niveles ilusorios de la escena navideña, la cual demuestra la gran calidad técnica de los artistas que intervinieron en ella.

La Navidad, principios del siglo 15

Cantera
Autor: Lorenzo Maitini (1275-1330)
Portada principal de la Catedral de Orvieto, Italia

De los exuberantes sucesos religiosos de esta portada, resalta la figura mariana, la cual apoyada sobre una cama con todo y almohada, se incorpora levemente para levantar con su mano izquierda una cortina y contemplar a su bello hijo envuelto que yace en su pesebre.
 
Por arriba de un arco levemente apuntado asoman dos cabezas de ángeles, más las de un toro y un caballo. Debajo de la Virgen y en menos escala, una dama abre los brazos para pedir al Niño, mientras otra vacía de un jarrón el agua en una pila: es la preparación para la ablución del crío.
 
Del lado derecho un ensimismado San José recarga su cabeza sobre su brazo derecho, como es actitud de espera a que trascurran los procedimientos del nacimiento.
 
La magistralidad del maestro sienés Lorenzo Maitini logra algo excepcional en dos de los personajes: la Virgen y el Niño, donde la madre avista con excelsa consideración a su hijo y él la mira a ella con carísima ternura.
 
El sobresaliente realismo anatómico de los protagonistas, sus acomodos, los pliegues de las telas, la disposición de la escala entre las acciones superior e inferior, tomando en cuenta que los tamaños de los relieves son pequeños y para verlos a distancia, esta Navidad logra transmitir espléndidamente el misticismo del advenimiento del Hijo de Dios.

La Navidad con San Juan Bautista Niño,
1476-1478.

Fresco
Autor: Sandro Botticelli (1445-1510)
Iglesia de Santa Maria Novella, Florencia, Italia

Este fresco descubierto a finales del siglo 19 y atribuido por su técnica y estilo al florentino Botticelli, presenta a la Virgen hincada, con manto azul y manos juntas, observando a su hijo.
 
El niño se encuentra colocado en el piso sobre una frazada y en una poco común figuración abre tanto sus brazos como manos para pedir a su madre que lo acoja, mientas el esposo de María, de edad avanzada y ya cansado, se recarga sobre una pequeña casa.
 
Detrás de la oquedad de una pared se asoman las magnas cabezas del toro y del burro. Pero algo fuera de lo común a las escenas navideñas emerge aquí: del lado izquierdo y en la parte posterior, San Juan Bautista niño llega descalzo y apresurado a conocer a su primo hermano.
 
Hermosa y original iconografía de los niños Jesús y Juan engalanan este fresco renacentista, cuyas imágenes apacibles con aureola dorada símbolo de la santidad, conviven en un sencillo escenario rústico.
 
La bien lograda profundidad de los planos, nos habla del triunfo de la perspectiva que como espectadores nos permite entrar visualmente en la atmósfera luminosa de lo representado.

La Navidad, principios del siglo 18

Yeserías.
Autor anónimo.
Iglesia de San Francisco Acatepec, Puebla.

Las manos anónimas de los yeseros cholultecas que plasmaron su creatividad popular en estas figuras decorativas, narraron con la más inocente sencillez el Nacimiento del Salvador.
 
El Niño, sólo cubierto con un paño dorado y piernas cruzadas, se recuesta en el regazo de su madre vestida con manto azul, quien a la vez abre sus manos para proteger a su hijo, pero una de ellas con postura forzada se posiciona encima del brazo izquierdo del niño.
 
Colocado levemente más abajo, San José descalzo y con las manos en el pecho está sostenido por la cabeza de un angelillo; ataviado con túnica verde y capa café, luce barba de candado, larga caballera y un rostro joven, cuya mirada es intensa, como si mirara algo con asombro.
 
Cercada por barrocos roleos y cabezas de ángeles, esta espontánea representación de la Navidad sin ningún otro elemento que los tres esenciales personajes, nos remite a las populares figuras para nacimientos caseros, ya que las composicones incorporan esculturas ingenuas, con leves imperfecciones en sus anatomías, pero que no por esto les resta agudeza e ingenio en su creación artística.

El autor es Doctor en Historia del Arte y profesor e investigador del Departamento de Humanidades de la UDEM.