A los 63 años, Negro Casas aún tiene sueños por perseguir en el ring, aquel que define como “un lugar sagrado, es un lienzo donde tengo que llegar a pintar lo mejor de mí cada noche”.

“Ya no pretendo nada (en la lucha libre), inquietar a nadie, sorprender a nadie. Lo único que me resta es disfrutar el que todavía me pueda trepar a un ring y hacer una lucha, disfrutar al público y disfrutar a mi rival”, aseguró el 4.40 a CANCHA.

Negro Casas vivió la lucha libre desde la cuna. Su padre, Pepe Casas, fue luchador y réferi, por lo que desde niño aprendió los secretos del pancracio al acompañarlo a las arenas.

Aunque estudió hasta el bachillerato, siempre supo que su destino sería la lucha libre, deporte que practica desde que era adolescente.

Todavía tengo pila para rato, mientras no tenga una lesión muy grave, creo que puedo estar un rato más. Tengo que tener los pies en la tierra, no despegarlos, y agradecerle a Dios que me permita todavía esto, que el público se me entregue así.

Negro Casas lleva más de 40 años como luchador, gracias al sacrifico, a la dedicación y su trabajo sobre el ring.

“Gracias a Dios he tenido la fortuna y la suerte de poderme adaptar a los diferentes estilos. Si se trata de luchar clásico lo hago, si hay que correr o brincar, también lo hago, quizás no con la espectacularidad de los nuevos luchadores acrobáticos, pero sí para mantener una lucha que le llegue al público”, relató.

Tras hacer prácticamente toda su carrera en el Consejo Mundial de Lucha Libre, Negro Casas ha decidido emprender una nueva aventura. Se unió a inicios de este año a la Triple A y estará como juez en la “Lucha Libre World Cup”, que se llevará a cabo el sábado 19 de marzo en el Estadio Panamericano de Beisbol.

“Yo voy a ser muy estricto. El luchador moderno tiene que estar más preparado que el de antes, tanto físicamente como psicológicamente, hay luchadores más completos, y eso es algo que vamos a calificar. Es algo nuevo para mí, pero la esencia no se debe de perder”, aseguró el Negro.

Abajo del ring... 'un pan de Dios'

El luchador extrovertido y muchas veces temido que hay sobre el ring es alguien muy diferente fuera de él.

Cuando no está en la arena, José Casas trata de dejar a un lado el personaje del Negro. Es un tipo serio, quizás hasta introvertido, aunque buen charlador.

Al llegar a casa, ese personaje de aspecto rudo se transforma en un ser humano que se derrite por sus hijas y nietos, que disfruta de las visitas y hasta goza de cocinar.

“No puedo ser una persona medio día (Negro Casas) y después ser José Casas otro medio día. Esa dualidad siempre está. En mi vida todo el tiempo está la lucha libre, con mi esposa, con mis nietos, con mis yernos. Es muy difícil separar.

Lo que sí es que en mí casa soy un pan de Dios, como dicen algunas de mis hijas. Yo atiendo a la (persona) que entra, desde a quien hace el aseo o hasta quien llega de visita. Me gusta atender a la gente que va a mi casa

Una de las grandes pasiones del Negro Casas es la cocina, la cual descubrió hace algunos años.

“Me encanta cocinar, verlos que comen, disfruto mucho de eso”, confesó, “he aprendido a hacer algunas cosas, quizás no tengo mucha sazón, pero disfruto de cocinar”.

Incluso, José Casas suele acompañar a sus nietos a la escuela y hasta de vez en cuando darse algún gustito saltándose la dieta y disfrutar de algún pastelito en su compañía.

 

Información: Moiseés López
Fotografía: Emilio de la Cruz @ecroix
Edición: Emilio de la Cruz
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