“El avión levantó el vuelo de aquí de Monterrey, iba a la Ciudad de México, pero los guerrilleros lo regresan al aeropuerto, allí estuvo varios horas”, recuerda.
Si no cumplían sus peticiones, los secuestradores amenazaban con matar a uno por uno a los 102 pasajeros, incluyendo a los hijos del Gobernador y a la tripulación.
“Casi de inmediato se logró juntar el dinero y se trajo a los guerrilleros que estaban detenidos”, recuerda Morales.
Entre sus exigencias, añadió, estaba que se acercaran semidesnudos específicamente él, Urrutia y un empleado del aeropuerto.
“Pidieron por mi nombre… los tres desnudos en puros calzoncillos”, dice, “ellos sabían mi nombre porque días previos yo les había tomado declaraciones a varios de los que habían sido detenidos.
“Me acerqué al avión para dejar dejar a la (guerrillera) herida, nos dijeron que nos acostáramos… allí en la pista. Duramos como 15 o 20 minutos en puros calzoncillos, tirados.
“Hasta la puerta trasera me dejaron pasar. Al capitán Paura, quien era el que llevaba el dinero en un maletín, le pidieron que pasara, y lo golpearon con las culatas de un rifle en las manos”.