DAVID TOSCANA
“León de Lidia”, de Myriam Moscona. Una historia de familia que se escapa de los lugares comunes. Narrada con un fino y significativo sentido del humor. Un vaivén entre la ficción y la realidad en el que sale ganando la nostalgia. Mezcla de muchas imágenes de gente, tiempos y lugares. Mucho se dice en ladino sin que hagan falta notas al pie. Una excelente lectura para quienes también leyeron “Tela de sevoya”.
“El caballo dorado”, de Sergio Ramírez. Es una historia muy adulta con un aire infantil.
Un reencuentro con una forma de relatar que se ocupa de descubrir la belleza y el juego. Tiene ingredientes de novela histórica, de intriga, de hadas.
Si hablo de no ficción: “Spinoza en el Parque México”, de Enrique Krauze. Es una entrevista, pero es un ensayo. Rico en anécdotas personales que trascienden lo personal. Una mirada con profundidad intelectual e histórica al mundo de los judíos. Y, sobre todo, porque el libro es un elogio a la libertad, con Spinoza en medio de todo como director de orquesta.
GABRIELA RIVEROS
“Spinoza en el Parque México”, escrito por el historiador, analista político y crítico cultural Enrique Krauze, porque me parece una obra fundamental para entender nuestro presente como ciudadanos del mundo y como mexicanos.
Escrito a manera de diálogos entre José María Lassalle y el autor -recurso que vuelve ágil y amena su lectura, que privilegia la tolerancia- esta monumental obra nos zambulle en un fascinante viaje por la historia de las ideas que nos conforman.
No sólo es autobiografía y memoria personal del autor, sino que también es su autobiografía intelectual, un agradecimiento íntimo a sus maestros, a los intelectuales emblemáticos del siglo 20 -historiadores, filósofos y poetas- que han deconstruido y renovado las diversas formas de pensamiento.
Este libro de Krauze es un magistral punto de partida para detonar la reflexión, la conversación y, por ende, la libertad de pensamiento.
Por otra parte, recomiendo “La historia de los vertebrados”, de la escritora, filóloga y diputada española Mar García Puig, mismo que se ha convertido en un fenómeno editorial en España. Se trata de una narrativa que transita entre la novela, el ensayo y la autobiografía basado en la experiencia de la autora tras convertirse en madre y diputada al mismo tiempo.
Aborda temas silenciados y esquivos desde una mirada franca, original y contundente. Una novela sobre la ansiedad y las obsesiones personales, una narrativa que desmenuza la historia de la locura femenina, la construcción simbólica alrededor de la maternidad y que, por lo mismo, profundiza en la condición humana y la lleva al plano de lo universal.
MARGARITO CUÉLLAR
El 5 de diciembre del año que está a unos días de partir empezaron a circular en el mundo de las letras algunas obras de Han Kang, ganadora del Premio Nobel de Literatura correspondiente a este año. Entre ellas “La clase de griego”, que había leído de manera parcial. La verdad me engachó su narrativa.
Es un tipo de literatura fragmentaria en cuya historia se rompen muchas cosas, pero narrada en un estilo preciso, contundente y agudo que termina siendo una obra intimista cargada de una belleza en la que la poesía y el pensamiento se hacen presentes de muchas maneras.
Los protagonistas van del miedo a la angustia y de la ruptura al dolor: perder la voz y la custodia de los hijos, al fin de cuentas no es cualquier cosa.
Otra de mis lecturas de fin de año fue “Baumgartner”, de Paul Auster, quien falleció en abril pasado a los 77 años. La última entrega del autor neoyorquino trae una alta carga de azar y arenas movedizas. El amor, la ausencia física de su esposa, la enfermedad, las dificultades cotidianas que implica la vejez son hilos que dejan al final una obra abierta, pero plena de sorpresas gratas e ingratas, además de un humor que raya en la mordacidad.
Paul Auster nos deja historias entrañables, como “La invención de la soledad”, “El palacio de la luna”, “El cuaderno rojo” y “El país de las últimas cosas”, entre otras.
LOREA CANALES
“Cuidar de ella” es una novela ganadora del Premio Goncourt en Francia publicada este año en español. Jean-Baptiste Andrea nos adentra en una historia entrañable de un escultor de mármol a principios de siglo 20 en el norte de Italia. Es una historia de amor, un paisaje maravilloso y, representa para mí, la magia de la literatura, plenamente deleitable.
“James”, de Percival Everett, que ganó el National Book Award 2024 y es un recuento de “Las aventuras de Huckleberry Finn”, de Mark Twain, pero desde la perspectiva del esclavo James, “Jim” en la novela original.
Parte del encanto del libro es que James tiene dos formas de hablar: la educada y erudita con la que habla en familia, y la simplista que presenta a los hombres blancos que esperan de él sólo lo más básico, lo que se resalta en el audiolibro. Es una burla a los sistemas de opresión, pero a la vez un recordatorio de la crueldad de éstos, en donde separar familias y quitarle lo más preciado a quien no puede poseer nada se hace con la mayor indolencia.
El libro más importante que leí este año es “San Fernando: Última Parada”, de Marcela Turati. Este testimonio periodístico del crimen en nuestro país fue publicado a finales del año pasado, pero vale la pena resaltarlo por su envergadura. La investigación de Turati a lo largo de más de 12 años describe la violencia que ha asediado al país y la impotencia e imposibilidad de combatirla. Es un libro duro, cala, porque es casi imposible imaginar tanto desprecio a la vida de los más vulnerables, pero Marcela ya ha hecho el trabajo valiente de investigar. A nosotros nos queda el de abrir los ojos y, cuando menos, cobrar conciencia.
Un bálsamo de esperanza es el libro del sacerdote jesuita Gregory Boyle titulado “Tatuajes en el corazón”, que describe el trabajo que ha hecho con pandilleros latinoamericanos en Los Ángeles. Con mucha simpatía y buena onda, Boyle cuenta cómo ha ayudado a cientos de pandilleros a dejar las armas y vivir de manera pacífica y honesta. El secreto parece ser tratar a cada uno con la dignidad que merece y dar oportunidades sin dejar la esperanza.
“El alrevesado emperador de China”, de Isaac Bashevis Singer, del 2011, es un cuento infantil publicado por primera vez en 1971 y no envejece. Es la historia de un mundo al revés donde todo es tergiversado. En estos momentos de cambio incesante me ayuda a recordar que el mundo está en constante revolución, pero aun así hay valores y principios que no debemos dejar.
“Las furias invisibles del corazón”, del irlandés John Boyne, describe la vida de un hombre homosexual nacido a mediados del siglo pasado en Irlanda. Hilar una historia personal con los cambios sociales ocurridos en los últimos años resulta en una novela dramática y fascinante en donde quizás el destino está demasiado bien tejido.
“Carcoma”, de Layla Martínez, ha causado furor en España y ha sido traducido a más de 20 idiomas. Es una historia de una casa encantada, de una familia maldecida, una abuela entre bruja y santa y una pizca de heroísmo. Es también una historia de resistencia y venganza, del abuso del poder económico y del Franquismo.
“La estación del pantano”, de Yuri Herrera, y “Tu sueño imperios han sido”, de Álvaro Enrigue, fueron publicadas este año en inglés y han tenido mucho éxito. Ambas son novelas históricas, llenas de humor, muy recomendables.
Mi mayor descubrimiento literario este año han sido las novelas de Luisa Josefina Hernández, maravillosa dramaturga mexicana cuyas novelas yacen olvidadas en las librerías de viejo en vez de ser leídas ampliamente. Su nombre merece conmemorarse en calles, escuelas y premios.
DANIEL SALINAS BASAVE
Mi primer libro elegido es “Aquí no sobran sombreros”, del poeta regio Francisco Serrano, que oscila entre la crónica urbana, el ensayo filosófico, el espontáneo aforismo y el fragmentario diario íntimo. Un libro que de mil amores se bebe una cerveza con sublimes monotremas como “Prosas apátridas”, de Ribeyro, o “El oficio de vivir”, de Pavese.
Así como la esencia de Pessoa es inseparable del Chiado en Lisboa Antigua y la de Baudelaire es pura piel de Montparnasse, me es imposible leer a Francisco Serrano y no sentirme en las calles del primer cuadro regio.
Hay una ciudad derritiéndose en la red neuronal de Pancho, una cartografía urbana metamorfoseando en párrafos siempre furtivos. De su sombrero de cronista brotan conejos que pueden llevarte a un desquiciado país de las maravillas yaciente en Aramberri o Carlos Salazar.
Discípulo y heredero del mítico Samuel Noyola, Serrano es bardo y centinela de un Monterrey cada vez más espectral, errabundo caminante de las cuadras en extinción de su parte más antigua.
Si como poeta Francisco Serrano es pura estirpe del Siglo Oro y su Bóreas y el Sol me hizo pensar en un Quevedo exiliado a la Sultana, como cronista me ha sorprendido su transparente sencillez.
El otro es “Bestiario del bibliófilo”, de Ricardo Tatto.
En este mundo hay demasiados ensayos, biografías y estudios sobre escritores, pero no sobran trabajos que pongan en el centro al lector, que es sin duda la figura más fascinante y enigmática de todo el universo literario
El joven autor yucateco Ricardo Tatto ha tenido el tino de dedicarles un confesional e irónico bestiario en donde se permite clasificar a los lectores de acuerdo con sus costumbres, manías y obsesiones.
Tatto no puede negar la cruz de su parroquia ni el pie del que cojea. Nadie que sea indiferente al vicio de la lectura se tomaría el trabajo de dedicarle un bestiario a los bibliófilos y a las otras fieras literarias, como el bibliómano, el bibliópata, el bibliorrata, el bibliófago o el bibliorreico que describe con negrísimo humor.
Leo su “Bestiario” y me reconozco en las descripciones. Ni modo: me queda el saco y me lo pongo. Yo tampoco puedo negar la cruz de mi parroquia. También soy una bestia bibliófaga y creo que, de una forma u otra, Tatto nos describe a todos los que estamos leyendo esta página.
Van unos bonus tracks un poco más famosos. Otras lecturas del 24:
Por supuesto elegiría “La llamada”, de Leila Guerriero, no sólo como libro del 24, sino como una de las mejores piezas de periodismo narrativo que se han escrito en lo que va del nuevo milenio.
Como seguidor de Paul Auster me pudo mucho “Baumgartner”, su novela casi póstuma que leí pocas semanas antes de recibir la noticia de su muerte. Solo puedo decir que es Auster siendo demasiado Auster, un gran remix o un caldo campechano de sus perpetuas obsesiones: familias migrantes judías en el viejo Newark, padres fallidos, abuelas misteriosas, intelectuales inmersos en la crisis de la edad madura, máquinas de escribir, pequeñas historias alternas como muñecas rusas.
No es una obra desafiante o arriesgada, sino pasada de sencilla y honesta. La historia escrita por un autor de 76 años que, con el cáncer a cuestas, tiene plena conciencia del final y te dice que, después de todo, la vida valió la pena ser vivida por la vocación de amar. Por herencia nos quedan tan sólo la gratitud y la siempre ficticia memoria.
En un solo día, en una ida de Playa del Carmen a Chichen Itzá, leí “Dios fulmine a la que escriba sobre mí”, de Aura García-Junco. Sólo puedo decir que fue una grata e inesperada sorpresa que superó mis expectativas. Yo había leído tan solo un cuento de la autora en la antología “Sin mayoría de edad”, que compiló mi amigo Joel Flores en la editorial de la UNAM. También conocía el proyecto “Goliardos”, cuyas compilaciones solían circular en los ambientes metaleros chilangos.
De lo que hasta ahora me voy enterando es que Aura es hija de H. Pascal, el Goliardo Mayor, quien inspiró “Dios fulmine a la que escriba sobre mí”. De los tres libros que leí esa semana fue el que me hizo reflexionar más, pues me confronta con algunos de los temas que más me pueden: la crueldad del espíritu de la época, la literatura marginal versus la “alta” literatura, el doble papel de tesoro y monserga que juega una biblioteca, el abismo epistemológico que parece separarnos de las nuevas generaciones, la senda del perdedor como irrenunciable destino existencial, la pura y dura tentación del fracaso (Ribeyro dixit).
Además, el libro de Aura dialoga con dos novelas que me dejaron huella: “La invención de la soledad”, de Auster, e “Historia universal de la literatura portátil”, de Vila-Matas.
Este año disfruté también “Fortuna”, de Hernán Díaz; “Maniac”, de Benjamín Labatut; “Las muertes de Genji”, de Vicente Herrasti (novelón de novelones); “La figura del mundo”, de Juan Villoro, y “Libre, “El desafío de crecer en el fin de la historia”, de la albanesa Lea Ypi.
JEANNETTE L. CLARIOND
Los libros que más disfruté en 2024 fueron “Poesía de la Cábala” y “un incesante caer de estrellas en la nada”.
“Poesía de la Cábala” es una recopilación de textos pertenecientes a la espiritualidad que permea la península ibérica de los siglos 9 al 15. Lo hermoso y rescatable es la seriedad de Peter Cole, quien durante 30 años se dedicó a descifrar los textos de diferentes cabalistas, de ascendencia judía e Islámica por igual, un humanismo al que debemos tender. La traducción de Aurelio Major es inmejorable.
“Un incesante caer de estrellas en la nada”, de José Eugenio Sánchez, poeta congruente, serio, con irrefutable capacidad de síntesis. Posee una visión agria de la vida que sabe disimular con esa risa irónica que lo ha caracterizado siempre. Su indignación la muestra con frescor y un gran sentido del sarcasmo.
PEDRO DE ISLA
Uno no puede leer todo lo que se publica. No hay manera. También a veces la memoria nos juega malas pasadas, así que, después de aclarar esos dos puntos, va mi lista de lecturas de 2024.
Y comienzo con el retorno de uno de nuestros grandes autores, Luis Humberto Crosthwaite, quien en “El último show del elegante Joan” nos recuerda que la buena literatura no tiene por qué ser solemne, sino que el humor es una de las bellas cosas que nos diferencia del resto de las especies de este planeta. Ese libro se lleva el Premio del Retorno del Año.
Por azares del destino llegó a mis manos un libro publicado en Perú en 2021: “El espía del Inca”, de Rafael Dumett, un ladrillo de más de 900 páginas que nos demuestra que las novelas inmensas aún se escriben, aún se leen y aún te atrapan, sin importar que utilice lenguaje del siglo 16 y trate de un tema histórico como la captura del Inca Atahualpa a manos de los españoles. Ese libro se lleva el Premio del Descubrimiento del Año.
El tercer libro es una apuesta a una de las escritoras regias que promete romperla en el futuro inmediato: “Mujer con botarga”, de Irasema Corpus, quien es, como bien dice Antonio Ramos Revillas, el debut afortunado de “una narradora que sabe tocar los límites de la cordura y extraer de ellos la belleza frágil de nuestra humanidad aterida”. No hay que perderle la pista a esta promotora cultural y escritora con mucha madera. Ese libro se lleva el Premio de la Revelación del Año.
El cuarto libro que enlisto es la edición que hizo el Fondo Editorial de Nuevo León de algunos cuentos de Eduardo Antonio Parra bajo el título de “Caminantes”. Si alguien no lo ha leído o quiere conocer algunos de sus mejores textos, sin duda éste es el libro indicado. Incluye el ya legendario relato “El pozo”. Ese libro no necesita premio: sus cuentos ya se han llevado muchos de manera individual.
Y cierro con uno de los más recientes libros de Julián Herbert: “Suerte de principiante”, donde retrabaja las reflexiones que nos compartió durante la pandemia desde su departamento en Saltillo y que aún permanecen en YouTube. Un libro imprescindible para quien esté metido en el ajo literario. Ese libro se lleva el Premio de Ensayo del año.