UNA FIESTA PARA TODOS

El Día de Todos los Santos es una festividad de la Iglesia católica que se celebra el 1 de noviembre, y el primer domingo de Pentecostés, que este año fue el 19 de mayo, en la Iglesia ortodoxa y las católicas de rito bizantino.

¿A quién se celebra?

En resumen, en la solemnidad de Todos los Santos, la Iglesia da gracias a Dios por tener en su presencia a estas personas que fueron modelo de vida, algunas incluso han obrado milagros e interceden por nosotros.

Esta fiesta es considerada por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Así, el 1 de noviembre, los católicos honran a TODOS SU SANTOS al mismo tiempo.

SU ORIGEN

Se remonta a Roma, cuando el emperador cedió el Panteón (foto), un templo originalmente destinado a todos los dioses, a la Iglesia Católica.
 
Este edificio fue reconsagrado para honrar a Santa María la Rotonda y a todos los mártires, marcando una transición simbólica del paganismo al cristianismo. Luego esta celebración se propagó por el Mediterráneo y dio lugar a la construcción de numerosas iglesias sobre sitios previamente paganos.
 
Originalmente se celebraba el 13 de mayo.
 
En el año 837, el Papa Gregorio IV ordenó la celebración del Día de Todos los Santos cada 1 de noviembre y la extendió a toda la Iglesia.
 
Su significado ha evolucionado a lo largo de los siglos, incorporando diversas tradiciones y creencias.

¿Y CÓMO SE VIVE EN MÉXICO?

Por la celebración en México del Día de Muertos, el 1 de noviembre se modificó a través de los años para recordar a los niños fallecidos, y el día 2 a los adultos, aunque para la Iglesia católica el día primero es oficialmente el de Todos los Santos.

Para conmemorar el 2 de noviembre, los mexicanos colocan ofrendas y visitan los panteones para recordar a sus difuntos.

Los altares de muertos son adornados con fotos, velas, flores y objetos personales de los difuntos, que según la creencia, actúan como puentes entre el mundo terrenal y el espiritual.

Las ofrendas se componen de alimentos, bebidas y objetos que los difuntos apreciaban en vida, así como elementos de devoción religiosa.