En una plataforma instalada sobre ruinas del antiguo teleférico, enclavada en el Cerro de la Silla, todo el que llega suspira ante la imponente vista de un Monterrey único.
 
En esta enorme plancha hay de todo: personas atléticas que suben cerros con frecuencia y muchos otros que acuden por primera vez, unos traen algo de condición física, otros se siguen recuperando del trayecto.

Entre el gris de la plancha, coatíes y el aire fresco de esta mañana nublada, estar ahí es un oasis para quienes escalaron 2 mil 500 metros para llegar al destino más concurrido del Cerro de la Silla, antes de rutas más complejas como Pico Norte o la Antena.
 
Es el mirador de Monterrey.
 
“Estar aquí me da esta paz que necesito y es recargar energías”, dice Lucas Schmitz, un brasileño de 30 años que admira este emblemático cerro, quizá más que muchos regios.
 
“Por más que parezca cansado, la verdad es que yo siempre regreso a la casa con más energía que con la que salí”.
El punto de inicio del recorrido está en la colonia Bosques de la Pastora, primer sector, en Guadalupe.

La amenaza de lluvia no impidió ayer que Alejandro Córdova, de 60 años, iniciara la subida apenas pasadas las 5 de la mañana. Para las 7:30 horas ya está casi abajo, con unos protectores en sus tenis para no resbalarse.
 
Hay grupos de amigos que comienzan juntos, pero terminan separados. Unos se regresan porque sienten muy intensa la subida.
 
“No me imaginaba tan impresionante la vista, o sea, en sí la plancha”, expresa Jesús, de 23 años, en su primera visita.
 
“Que sea vea literalmente toda la Ciudad”.
 
Maxianghua, es un coreano de 38 años que vive en Monterrey, está a unos metros de Jesús y no deja de tomar fotos.
Y no es para menos.
 
Se esfuerza por pronunciar la erre: “Me gusta el Cerro de la Silla”, intenta varias veces.
 
No todos conocen la historia de donde están parados. El 2 de junio se cumplieron 62 años de la inauguración del teleférico que pretendía ser el más grande del mundo, pero todo terminó tras dos trágicos accidentes en los que murieron siete personas.
 
Quedan estructuras que hasta son escaladas por jóvenes con buena condición física y que gustan de actividades extremas.
 
“Está muy padre y más cuando nos subimos a la antena (estructura del teleférico). Ya se veía mejor toda la vista, se ve el estadio de los Rayados muy padre”, apunta Misael, de 21 años, tras bajar de la estructura con su amiga Sara, de 19 años, nadadora.

“Es requisito, si eres regio y no has venido aquí al teleférico del Cerro de la Silla, tienes que venir, o si estás de visita también tienes que venir aquí al teleférico”, agrega.
 
Antes de los primeros 650 metros de subida está un mirador con imágenes de la Virgen de Guadalupe.
 
Anahí Saldívar tiene 26 años y sube cargando en una mochila portabebé a su hijo de 2 años que pesa 13 kilos.
 
“Miguelito y yo ya hemos hecho senderismo antes”, cuenta. “Es hermosa la vista”.

Ubicado en la Sierra Madre Oriental, el Cerro de la Silla es uno de los cinco Monumentos Naturales de México y hoy en el Día Mundial del Medio Ambiente también se busca generar conciencia sobre la responsabilidad de cuidar la montaña.
 
“Ésta es un área natural protegida y lamentablemente ahorita no hay autoridades que puedan estar regulando”, explica el senderista Fernando Villatoro.
 
“Y como no hay autoridad, es permisivo el que la gente venga y raye, que vengan y tiren basura. Entonces todo esto genera una tierra de nadie y que haya más contaminación”.

Integrantes del grupo Caminatas Cerro de la Silla acamparon la noche anterior y van de bajada.
 
“Amo subir aunque sea mil metros y ver el paisaje de Monterrey. Es divino, me encanta”, comenta Gabriela Rivera, casi a las 8:00 horas, tras haber dormido en el cerro.
 
Al final, coinciden en que este mirador regala algo muy especial: energía, paz, tranquilidad o simplemente tomar un respiro.