
Paseo de la Alameda
Lo que hoy se conoce como el Parque Morelos, a unos pasos del Centro de la Ciudad, que se intuye también popularmente como una muralla, aunque invisible, que divide a los de “aquí” con los de “allá” y sigue dando pie a frases como “de la Calzada para acá y “de la Calzada para allá”, en realidad comenzó como uno de los paseos más pretenciosos de la sociedad tapatía, allá por el siglo 19, llamado Paseo Alameda.
“La Alameda era una islita entre una bifurcación del Ríos San Juan de Dios. La gente de abolengo era la que acudía a distraerse y la gente de bajos recursos aprovechaba para vender agua frescas, nieve, alimentos. Al principio se llegaba a los paseos en tranvías de mulitas, pero luego hubo tranvías eléctricos”, contó Gabriel García Agredano, arquitecto y maestro en Ciencias de la Arquitectura con orientación en conservación del patrimonio edificado.

En la víspera de la Revolución, a principios de 1900, el Gobernador Miguel Ahumada ordenó entubar el Río San Juan de Dios, desde el antiguo puente sobre la Calle Medrano, hasta la Alameda.
“Antes la Calzada Independencia se llamaba Paseo o Calzada Porfirio Díaz, que era desde lo que conocemos como parque Morelos hasta el Parque Agua Azul. Llevaba ese nombre a petición de la gente de Porfirio Díaz. Era una de las avenidas más hermosas de Guadalajara”, platicó el experto.
Paseo del Parque Obrero

Este paseo, cuya sede era lo que hoy se le conoce como el Parque Agua Azul, que abarcaba desde la Calle 5 de febrero hasta Calzada del Águila y de la Calzada Independencia hasta Doctor R. Michel, era otro lugar de esparcimiento, el más concurrido y el de mayor extensión en la Ciudad.
Albergaba un manantial que surtía el lago, ubicado en su parte central, que a la vez contaba con un islote conectado por un puente de madera a una zona de pérgolas, en la orilla.
“Tenía una entrada espectacular hecha por Rafael Urzúa en 1930, aproximadamente, para entonces ya había entubado completamente el Río San Juan de Dios”, agregó el arquitecto.
La gente solía ir los domingos y días festivos; en el lago se rentaban botes para dar un tour, mientras que las caminatas y los picnic eran actividades muy relajantes debajo de un montón de árboles frondosos.
“Existía ese ideal romántico para que las familia burguesas encontrarán ahí su lugar de esparcimiento idóneo, pues en ese entonces ahí llegaba el límite de Guadalajara”, añadió García Agredano.

En 1946 se empezaron los trabajos de construcción de infraestructura para que este paseo funcionara formalmente como un parque, que abrió a principios de los 50.
Ya encaminada como una de las zonas en expansión, con conectividad hacia el exterior con la construcción de la Antigua Central Camionera, en 1952 y con el ferrocarril a unas cuadras del parque, se fueron edificando centros culturales, como la Casa de la Cultura Jalisciense y la Biblioteca Pública del Estado, en 1959.
Paseo a Chapala

En este paseo, que llegó a visitar Porfirio Díaz, se podía disfrutar desde entonces la nieve de garrafa y platillos de mar.
También lo llamaban ‘paseo al Mar Chapálico’, pues había bastante agua en el lago, pero solo llegaba la gente con mucho dinero, la que tenía para trasladarse y una de las principales actividades era la pesca.
“Porfirio Díaz visitó varias veces el sitio, de hecho se cuenta que doña Carmelita Romero, la esposa de Porfirio, de una vez que fue a Japón le regalaron un lirio que se lo trajo a Chapala y gracias a eso tenemos la plaga”, relató García Agredano.
Paseo a Tlaquepaque

Tlaquepaque era un poblado separado de Guadalajara por sembradíos, pero también un sitio donde familias adineradas tenían sus casas de descanso, y para los turistas resultaba ser un paseo obligado precisamente por las coloridas y enormes fincas.
“La alfarería de Tlaquepaque era otra de las cosas que llamaba la atención de los turistas y de la misma gente de la Ciudad desde la época de la Independencia, de hecho, este paseo fue visitado también por Miguel Hidalgo, quien durmió en una de las casas de Tlaquepaque”, platicó el Maestro.
El Parían, que fue edificado en 1878 como mercado y ya para 1905, aproximadamente, se instalaron las primeras cantinas en los portales exteriores, era de lo más concurrido como ahora, igual que su jardín central con kiosco.
El Jardín Hidalgo y el templo parroquial de San Pedro Apóstol de 1845 y el Santuario de La Soledad que está desde 1742, son otros de los atractivos de este paseo a lo largo de la historia.
Información: Lorena Jiménez.
Fotos: Cortesía, Planeta Raúl y México en Fotos.
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