Obra de Enrique Cantú. A dónde van a morir los pájaros, 1999.

El Arenal

Jeannette L. Clariond
(Chihuahua, 1949)

Para G. R.

Lo amé, con sangre de imaginar
herida:
tigre a lomo de mariposa, cuánto
lo amé.
Eternidad de estrella su aire besó
tres
áureas rosas.

Y en la mesa, el hambre. No
comió
a pesar
del hambre
––yegua ardiendo en la pradera—.

Juntos
lloramos
palabras sobre el plato.

Ese día leyó en Salamanca frente al Tormes.
En lo solemne vio un cuchillo brillar
por encima del oleaje.

Entró en el Arenal contra la inmensa superficie del cielo.
La belleza clarea sin culpa.
¿Qué hago yo, oh, Dios, ahora con mi hambre?

Susana y el mar

Margarito Cuéllar
(Ciudad del Maíz, SLP, 1956)

Y yo veo en su mirada cómo irrumpen las olas
de la vida del tiempo y la memoria
cuando saltan los peces
a la cumbre más alta de su pelo.
El amor -que es parte de esas aguas-
se agita en tempestades y se llena de gozo
y vuelve a su morada junto al mar y la arena.
Mientras eso sucede Susana mira el mar
y los peces regresan
a las profundidades del océano
y yo espero en la costa
de un desierto que recuerda las aguas
que antes fueron espuma.

De: Silencios

Iván Trejo
(Tampico, 1978-Monterrey, 2021)

XXVII
El amor es un aplauso
apenas separándose las manos
queda el silencio colgado del aire.

De: Colección de poemas

Gloria Collado
(Tampico, 1940)

Esta tarde puedes hacerlo todo conmigo
voltéame al revés
vierte de mis bolsillos internos
de mis adormecidos rincones
de mis estremecimientos siniestros
cada una de mis vísceras
de mis órganos
de mi savia lunática
Sacúdeme
tira de mí
están los hilos atados
a cada uno de mis miembros

Música

Carolina Olguín
(Monterrey, 1978)

a Tirso Medellín

La lluvia es una caverna porosa
atónitas mieles hechas roca

Amo saber que desde la lluvia
posé un dedo en tu mano
y aún escuchamos
su concierto.

De: Todo se deja así

Carmen Alardín
(Tampico, 1933-Monterrey, 2014)

Llévame allá donde la fuente es fuente,
no palabra o dolor que se renueva.
Llévame donde son nubes tus nubes
y no la vaguedad inalcanzable.
Llévame, te lo digo,
donde con la nostalgia de tus brisas
vuelve a nacer el mundo,
donde jamás se esconda entre la niebla
tu verdadero puerto.

De: Adamar

Minerva Margarita Villarreal
(Montemorelos, 1957-Monterrey, 2019)

Probar el fruto
y saber
que eres tú

Poema de Fotogramas de mi corazón conceptual absolutamente ciego

Minerva Reynosa
(Monterrey, 1979)

que es amarillo que es horror niño pantalla no! dentro la lengua un semiótico que es todo lo que respira se pira la sumisión sustituir decibeles decir imposible la palabra rota la palabra roña saber que no es batir creer uno lo mata niño no mata niño padrefrater yo soy el transterno transterrado horror desde la orilla río risa yo soy el padrefrater madre de las palabras vecina que resina mother word el tiradero pantalla azul en amarillo letra ciega volcadero los amores los horrores son insanos son horror las cuatro en punto el futuro vendrá solícito lo demás arriba abajo lo demás más amarillo la
letra la alimaña la palabra carmín de luz nieve negra azul oro amarillo azul horror detrás de las palabras lo que no transcrea lo que sí mockba negroazul casi amarillo la pantalla ansieda el
camino volga tránsito sí al fin decir por qué el qué yo todos desdoblado poro libro poro libro pera libro para te quiero no importa el día odre orden cómplices nos los míos lo que creíamos era no era lo que sabíamos sabíamos no sabíamos las palabras vasos versos verbicongratado voconecesitado visualdeleite amarillapalabraazulpantalla no! detrás de las palabras la pantalla la palabra movimiento-cosquilla pantalla-corazón detrás de las palabras palabra amor palabra olor lindo maestro te llamo yoko ozono la palabra liberar liberar zen adherirse y los muertos pantalla-amarillo-rojo-corazón la palabra mantaterrorífica la palabra gira brinca destruyéndose lindo maestro la palabra amor la flor yo el débil yo el discurso yo el mudo yo el verso el beso el viento el vidrio el vino in vitro in situ yo el chamorro make it digital! la batalla yo el poema viajar zen mi amor is a… tufo ufo fufurufo salar pescado que yo invito radioactivo yo la dicha la oratoria se habla apocalyptico-mayólico yo sabía dizem que estás á direita mas marx sabia que teu lugar era la izquierda banda ancha al corazón pasando el arte yo alienado postutópico yo amor a la palabra en la pantalla pantalla porque obliga gramática-poema vacío vicio por decisión palabras fuego pantalla azul o azul é pus de barriga vazia texto amarillo o amarelo é bile de barriga vazia but for amor yo soy tu tierra tu casa divisionária rebelionária visionária

Primera noche, primero sueño, con el cartel de Jane Fonda desnuda y el mar insistiendo

Jorge Cantú de la Garza
(Monterrey, 1937-1998)

Sólo tengo una cama, veinte libros,
un hijo, un retrato de Baudelaire,
tres amigos, doce poemas de Li Po.
Ahora estás tú también.
La vida se complica.

Obra de Roberto Cordero Pareja norestense, 2009.

De: Los secretos engarces

José Javier Villarreal
(Tijuana, 1959)

Soy tan lenta como una gota de aceite sobre la superficie del teflón,
la quemadura o la pequeña herida en el dedo que, poco a poco, va desapareciendo.
La moneda en la alfombra, entre los cojines, la mancha del vaso sobre la mesa,
la mesa que no se cansa de contemplar el cuadro; la pared, de sostenerlo.
Soy tan lenta, pero no me detengo, tampoco me distraigo con los autos
que pasan bajo mi ventana;
el reflejo del sol, las grúas, las máquinas, los obreros que transitan entre ellas.
Hay un silencio que se interrumpe y me sobresalta, un gato que no está, un perro
que no me sigue cuando salgo del baño y me siento frente al televisor.
Afuera el aire circula, muchas luces se encienden, pero no las veo
y me cubro. Cierro los ojos, y no los quiero volver a abrir.
Tal vez esas luces ya se han ido y en su lugar sólo queden rincones en penumbra,
estremecimientos que no logro entender.
Soy tan lenta como mis lentos y perezosos intestinos, mi digestión tan asoleada
por tantos años, paseos inútiles, circunvalaciones que no llevan a ninguna parte
que no sea mi baño, la taza, la tina, el lavamanos, el tapete que me protege del frío,
de la triste tentación de verme frente al espejo.

Pero eso fue ayer, hoy es distinto. Es la una, y las grúas y las máquinas
se han quedado solas,
los operarios se han ido a comer bajo la sombra de los árboles o al amparo de un muro.
El mundo no se detiene, se lentifica, baja el ritmo, va por un refresco,
se te pierde, pero reaparece con su facha y su paso. Lo descubres en la tabla de picar,
en la sartén, en los frascos que ya no puedes abrir, en el peso cada vez mayor
de la licuadora,
en la distancia de los números, en la lentitud que se levanta y lo moja todo.
Soy tan lenta a la hora en que me siento a la mesa, ante mi plato vacío.
Detrás de mí está el cuadro;
detrás, la pared con un clavo. Más allá no sé. Quizá un valle con lomas redondas,
una puesta de sol, una carretera que no termina y una paz llena de rosales
que un día fue de los dos.

Los hábitos de la certeza

Luis Aguilar
(Valle Hermoso, Tamps., 1969)

Era su rostro. Bajo de los altares, no para que lo viera -Santo Tomás fue insuficiente-. Se echó sobre la tibieza de mi cama para que palpara la contención de sus esperas: entonces entendí que la capacidad de amar se mide por las cicatrices que descubren las manos visitantes. Dejé ir las mías sobre su cuerpo y, a cada poro, un arañazo me daba la certeza de que dios existe.

Deseo

Leticia Herrera
(Monterrey, 1960)

voy a tejerme una bufanda
con un hilo muy fino y suave
y cuando tenga dinero
me compraré un avioncito
descubierto para volar

el viento agitará mi bufanda
y desde el cielo
te diré adiós todas las tardes

para que me reconozcas
yo soy la de la bufanda roja

Persistencia de la imagen

Alfonso Reyes Martínez
(Monterrey, 1943)

En las raíces de la noche
nacen los ríos del amor
En el lecho incendiado se instaura
la medusa del deseo
En el desnudo encuentra siempre
su reposo el sueño

En ese cuerpo que se mira
que lentamente se recorre:
rosa construida por la sangre
tumbo luminoso
amanecida heredad
hundiré mi voz alguna vez
y mi silencio la memoria del que fui
lo que soy lo que seré:
páramo reverdecido por tu aliento