Favorece la eliminación de bacterias dañinas en los intestinos, cuenta con efectos diuréticos, causados por la acción de sus aceites esenciales y sus azúcares de bajo peso molecular.
Ayuda a reducir la presión arterial, gracias a que estimula la producción de ácido sulfhídrico, el cual relaja los vasos sanguíneos y mejora el flujo de la sangre en el organismo.
También previene y reduce el endurecimiento de las arterias, facilitando la eliminación de líquidos y toxinas.
Es rico en minerales, sobre todo en manganeso y vitamina B6 (piridoxina). También combate el colesterol malo, pero para poder beneficiarnos de las propiedades antioxidantes debemos trocear, triturar y masticar bien los ajos.
Si duda hubiera de su alto aporte de Vitaminas C y E, así como de betacarotenos; échale una ojo a la lista donde los científicos de la Universidad de Tufts (Boston, EU) enumeran a los 20 alimentos más antioxidantes. Ahí el ajo ocupa el tercer puesto, después de las ciruelas pasas y las pasas, con una potenci mil 939 PARL (Potencia de Absorción de los Radicales Libres).
Contiene ácido glutámico, que favorece la salud cerebral y el sistema nervioso central. Ayuda a equilibrar los estados de ánimo y la falta de memoria.Disminuye también el riesgo de Alzheimer y demencia.
Tiene ácido aspártico que activa el metabolismo celular y participa en la renovación celular. Tiene papel importante en la absorción de minerales como el calcio, potasio, magnesio y zinc.
Para saber más…
El ajo pertenece a la familia Allium y está relacionado con las cebollas, chalotes y puerros.
Su origen es asiático en México se produce en 21 Estados, siendo Guanajuato y Zacatecas los principales. En Jalisco también lo cultiva.
El más común es el blanco pero también hay rosa, morado, gigante y miniatura.
Texto: Viridiana Muñoz. Fuente: Fideicomiso de Riegos Compartido de la SADER y “Raw Food Anti-Aging” de Consol Rodríguez. Fotos: Tomadas de Internet.