El Gobierno federal, en la idea de “apoyar” las energías limpias, ha apostado sólo por las hidroeléctricas, al punto de cambiar el esquema de despacho eléctrico y que sean las primeras centrales en entregar su energía. Pero el riesgo está en que privilegiar su uso, ante la sequía que azota a México, podría afectar a la población y su derecho humano al agua para consumo y actividades básicas.