El largo historial de Matteo Messina Denaro como asesino —los mafiosos renegados decían que se jactaba de haber cometido tantos homicidios como para llenar un cementerio— pulió considerablemente sus credenciales entre sus colegas como jefe importante de la mafia siciliana.

Después de 30 años de eludir la justicia mientras seguía dirigiendo gran parte de los asuntos de la mafia, fue detenido el lunes en una clínica de Palermo, donde estaba recibiendo quimioterapia.

Aunque fue trasladado a primera hora del martes a una prisión de máxima seguridad en la península italiana, no se espera que su captura suponga la desaparición de la Cosa Nostra, gracias a las raíces y normas más que centenarias de esta organización criminal.

“No podemos saber lo que sucederá en detalle sobre el futuro de la mafia”, admitió la Fiscal General de Palermo, Lia Sava, en declaraciones a la radio estatal Rai.

“Pero una cosa es segura. La Cosa Nostra se compone de reglas. Se ha apoyado en estas reglas durante 150 años, por lo que ciertamente pondrá en marcha esas reglas para reparar el daño y así crear la nueva estructura de liderazgo necesaria después del arresto".

Aunque Messina Denaro ejerció una gran influencia en la mafia, durante décadas la Cosa Nostra ha carecido de un capo supremo, aseguran los detectives.

La figura prácticamente mítica de un “jefe de jefes” terminó en 1993, con la detención en un escondite en Palermo de Salvatore ”Toto” Riina, quien había sido el principal fugitivo de la justicia italiana durante 23 años.

Según el testimonio brindado durante el juicio que condujo a su condena por muchos asesinatos, incluidos los atentados con bombas de 1992 que mataron a los dos principales magistrados antimafia de Italia, Riina estaba a cargo de la “comisión” de Cosa Nostra que dirigía negocios ilícitos y fue quien diseñó una estrategia de represalia mortífera contra el Estado por su campaña de represión a la mafia.

“Después de Riina, nunca hubo un jefe absoluto”, declaró el fiscal jefe de Roma, Francesco Lo Voi, quien asumió su cargo el año pasado después de servir como fiscal jefe de Palermo, ayudando a coordinar la búsqueda de Messina Denaro.

Incluso si todavía existiera la figura del “capo di capi”, Messina Denaro no habría calificado porque provino de Castelvetrano, en el extremo occidental de Sicilia, no de Palermo o sus alrededores, recalca Lo Voi, citando las reglas de la Cosa Nostra.

Aun así, Messina Denaro, hijo de un capo criminal, “era uno de los jefes más importantes y (él) tenía vínculos con otras organizaciones criminales en Italia y en el extranjero”, agrega Lo Voi en entrevista con The Associated Press.

“Es por eso que su arresto seguramente representa un terremoto en este momento para la Cosa Nostra”, asegura Lo Voi.

Otro factor que impulsó el prestigio de Messina Denaro fue su negro historial como jefe de un clan de asesinos que dominaba una gran parte del oeste de Sicilia, afirma Lo Voi.

Un avión militar transportó a Messina Denaro el martes a una prisión de máxima seguridad en L’Aquila, en las montañas centrales de los Apeninos, donde las estrictas reglas para los principales jefes de la delincuencia organizada que no cooperan con las autoridades incluyen privilegios muy limitados de visitantes.

El fiscal antimafia de Italia, Giovanni Melillo, coincide en que poner finalmente a Messina Denaro tras las rejas no cambiará la estrategia que la Cosa Nostra ha seguido durante más de una década.

Esa estrategia “ya no es de violencia” contra el Estado, opinó Melillo en la televisión estatal el lunes por la noche, aludiendo a los atentados con bomba de 1992 que mataron a los fiscales de Palermo Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, y los atentados con bomba de 1993 contra iglesias de Roma, la Galería de los Uffizi en Florencia y una galería de arte en Milán, parte del intento de la mafia de intentar que el Estado dejara de reprimir a la Cosa Nostra.

En cambio, la Cosa Nostra prefiere ahora mantenerse oculta, optando por “copenetrar el tejido social y económico” de Italia, comentó Melillo.

 

Un pequeño Ejército de renegados de la mafia ayudó a las autoridades italianas a poner a decenas de miembros de la Cosa Nostra tras las rejas en las últimas décadas y, como consecuencia, dio impulso a la organización criminal ‘Ndrangheta —situada en el “dedo del pie” de la bota que forma la península de Italia—, lo que le permitió eclipsar la influencia de la mafia siciliana para convertirse en uno de los mayores traficantes de cocaína del mundo.

En la década de 1980, una operación encubierta del FBI que trabajó con detectives italianos, incluido Falcone, disolvió una red multimillonaria de heroína y una operación de distribución de cocaína que involucraba a figuras de la mafia siciliana y la familia criminal Gambino en Nueva York.

Pero últimamente la Cosa Nostra “ha vuelto al tráfico de drogas a pasos agigantados, incluida la cocaína, las drogas ilegales sintéticas y la heroína”, dijo Lo Voi. “Con suficiente tráfico de drogas para todos, no existe una rivalidad real entre la Cosa Nostra y la ’Ndrangheta'”.

Con el narcotráfico, “las ganancias son enormes y la actividad es menos peligrosa que la extorsión”. 

Presionar a las empresas locales para que paguen dinero mensual de extorsión a los clanes del crimen, conocido como “pizzo”, ha sido desde hace mucho tiempo un pilar de la actividad de la Cosa Nostra.

Sin embargo, hace unos 15 años, grupos de jóvenes se rebelaron en Palermo contra la práctica de sus mayores. Al formar una organización llamada “Addiopizzo” (“Adiós pizzo”), alentaron a las empresas a denunciar a los extorsionadores ante las autoridades en lugar de seguir pagándoles.

El control del territorio local es crucial para la existencia de la mafia.

Lo Voi señala que durante la pandemia de Covid-19, los mafiosos del vecindario abastecían a los residentes con víveres luego de que quienes sostenían la familia perdieron sus trabajos.

Se sospecha que esa relación compleja —una mezcla de beneficios, miedo e incluso complicidad— ayudó a Messina Denaro a eludir la ley durante 30 años, la mayor parte de ese tiempo en Sicilia.

Desde su arresto, la Policía ha estado registrando su escondite más reciente: una casa en un callejón sin salida en Campobello di Mazara, cerca de Trapani. El dueño es Andrea Bonafede, nombre que usó el prófugo en una cédula de identidad para recibir tratamiento contra el cáncer.

El verdadero Bonafede está bajo investigación, que también incluye al menos a uno de los médicos que estuvo involucrado en el tratamiento del fugitivo en la clínica desde finales de 2020, según informes de los medios italianos.

Otros pacientes con cáncer le dijeron al diario La Repubblica que el hombre que vestía bufandas de diseñador y camisas pintadas a mano conversaba libremente con ellos mientras recibían quimioterapia y que, a veces, les regalaba botellas de aceite de oliva.

Hace seis años, las autoridades italianas confiscaron olivares e instalaciones de embotellado vinculadas a Messina Denaro cerca de Trapani por valor de 13 millones de euros.

Se oyeron gritos de “¡Bravi!” en la calle frente a la clínica cuando dos carabinieri lo sacaron escoltado de la clínica, pero otros se preguntaron por qué tomó décadas capturarlo.

“Había esperado durante mucho tiempo que esto sucediera, pero es absurdo que hayan tardado 30 años”, declaró a la AP Salvatore Borsellino, hermano del fiscal asesinado.

“Está claro que él tuvo cobertura a nivel local, pero debió haber complicidad institucional también”.