Estricta separación de los poderes
“Nuestra República estará coronada de democracia”, afirma Kemal Kiliçdaroglu, candidato de la Alianza Nacional a la Presidencia, que quiere acabar con “el régimen de un solo hombre”, fórmula que repite a menudo para denunciar la extrema concentración de poderes en manos del Presidente Erdogan.
En su programa de 240 páginas, la alianza, que reúne a seis partidos, promete el abandono del régimen presidencial introducido en 2018 y el retorno a una estricta separación de poderes.
La Oposición quiere volver a un sistema parlamentario en el que los poderes del ejecutivo sean confiados a un Primer Ministro elegido por el Parlamento. El Presidente será elegido para un mandato único de siete años.
“Cambiar de régimen no será fácil debido al umbral parlamentario muy elevado de 3/5 necesarios para las revisiones constitucionales”, estima Bertil Oder, profesora de Derecho Constitucional en la Universidad Koç de Estambul.
Lluvia de libertades
La Oposición promete una “justicia independiente e imparcial” y la liberación de numerosos presos, entre ellos el mecenas Osman Kavala, condenado a cadena perpetua.
Kiliçdaroglu afirma que hará liberar a Selahattin Demirtas, líder del partido prokurdo HDP (Partido Democrático de los Pueblos) y firme opositor de Erdogan, encarcelado desde 2016 por “propaganda terrorista”.
Sin embargo, la Alianza Nacional, que cuenta en su seno con el Buen Partido —influyente formación nacionalista—, no realizó ninguna propuesta concreta para resolver la cuestión kurda.
La Oposición quiere reavivar la libertad de expresión y la de la prensa. Su dirigente desea abolir el delito de “insulto al presidente”, que permitió sofocar las voces disonantes, prometiendo a los turcos que podrán “criticarlo muy fácilmente”.
Defender a “todas las mujeres” e identidades
El presidente del Partido Republicano del Pueblo (CHP, laico), Kemal Kiliçdaroglu, quiere garantizar por ley el uso del velo para tranquilizar a las electoras conservadoras que temen que su partido, históricamente hostil al fular en la cabeza, dé marcha atrás respecto a ciertos logros obtenidos bajo Erdogan.
“Defenderemos los derechos de todas las mujeres”, prometió, comprometiéndose a “respetar las creencias, estilos de vida e identidades de cada uno”, en contraste con Erdogan, que regularmente acusa a los LGBTIQ+ de “pervertidos”.
Kiliçdaroglu desea reintegrar a Turquía en el Convenio de Estambul, que impone el enjuiciamiento de los autores de actos de violencia contra las mujeres, que Ankara abandonó en 2021.
Reducir la inflación
La Oposición promete romper inmediatamente con la política defendida con uñas y dientes por Erdogan que, contrariamente a las teorías económicas clásicas, pretende seguir bajando las tasas de interés a pesar de una inflación de cerca del 45 por ciento durante un año.
La Alianza Nacional asegura que reducirá la inflación “a solo una cifra, dentro de dos años” y “devolverá su credibilidad a la lira turca”, que perdió cerca del 80 por ciento de su valor en cinco años frente al dólar.
“Independientemente de quién gane las elecciones, es poco probable que la economía turca se recupere rápidamente”, afirma Erdal Yalçin, profesor de Economía Internacional de la Universidad de Constanza, en Alemania.
Diplomacia apaciguada
La Oposición busca “la plena adhesión a la Unión Europea”, afirma Ahmet Ünal Çevikoz, consejero especial de Kemal Kiliçdaroglu.
Pero los diplomáticos y los observadores no esperan ningún avance a corto o mediano plazo.
Consciente de que Ankara indignó a sus aliados de la OTAN al establecer desde 2016 una relación privilegiada con Moscú, “la Alianza Nacional promete reafirmar la vocación occidental de Turquía”, explica Ilke Toygür, profesora de Geopolítica Europea en la Universidad Carlos III de Madrid.
No obstante, la Oposición afirma querer continuar un “diálogo equilibrado” con Rusia.
Pero la prioridad, según Çeviköz, será volver a conectar con la Siria de Bashar al Asad. Una reconciliación indispensable para garantizar el retorno, “sobre una base voluntaria” y en menos de dos años, de los 3.7 millones de refugiados sirios que viven en Turquía, una promesa que preocupa a los defensores de los derechos humanos.