ECONOMÍA DÉBIL Y EN DESALERACIÓN

Tras décadas de fuerte crecimiento, China se enfrenta a una desaleración, acentuada por la inflexible política cero Covid del Presidente Xi, que conlleva confinamientos recurrentes y penaliza la actividad.

Estas dificultades se añaden a las que ya afectaban a su economía: consumo débil, crisis inmobiliaria o también restricciones a los lucrativos sectores de la tecnología y del refuerzo escolar.

“No es Xi Jinping quien creó estos problemas económicos”, matiza Mary-Françoise Renard, profesora de la universidad francesa Clermont-Auvergne y especialista en economía china.

“Sin embargo, es su manera de actuar lo que los agravó, porque genera incertidumbre”.

La decisión de Xi Jinping de rodearse exclusivamente de fieles para su tercer mandato hace temer que favorezca la ideología a costa del crecimiento.

La Bolsa de Hong Kong cerró el lunes con una perdida de más del 6 por ciento.

ESTRATEGIA CERO COVID

Esta estrategia sanitaria permitió a China mantener el número de victimas bajo los 5 mil muertos, según las cifras oficiales.

Pero es criticada por el sector empresarial debido a los confinamientos que afectan a la economía.

Casi tres años después de la aparición de los primeros casos de Covid-19 en Wuhan, una parte cada vez mayor de la población está exasperada por estas medidas sanitarias que suelen ser aplicadas minuciosamente.

“Ponemos a la gente y sus vidas por delante de todo”, insistió durante el congreso Xi Jinping, dejando poca esperanza de cambio a medio plazo.

“No se espera ninguna relajación significativa antes de 2024”, consideró el lunes el analista Julian Evans-Pritchard, del Gabinete Capital Economics.

DERECHOS HUMANOS

Diez años después de la llegada al poder de Xi, la sociedad civil desapareció casi por completo, la oposición fue asfixiada y decenas de activistas están en prisión.

Beijing está acusada de haber internado en “campos” a por lo menos un millón de personas en Xinjiang (noroeste), principalmente de la minoría musulmana uigur.

Algunos estudios occidentales mencionan también “trabajo forzado” en Xinjiang y un “genocidio” como resultado de esterilizaciones y abortos presentados como “forzados”.

China niega todas estas acusaciones pese a un informe de la ONU que las considera “creíbles”.

La situación en materia de derechos humanos tiene pocas posibilidades de mejorar durante el tercer mandato de Xi.

Al contrario, seguramente “intensificará sus ataques” en este ámbito no solamente en otras partes del país, si no también “en el mundo”, teme Sophie Richardson, directora de la organización Human Rights Watch (HRW) por China.

LA CUESTIÓN DE TAIWÁN

“La reunificación de la patria debe realizarse y se realizará”, recalcó Xi Jinping en el congreso del Partido comunista chino.

Los analistas consideran que el refuerzo de líder al término del mayor evento político de China podría alentarlo a resolver la cuestión de Taiwán.

Beijing considera que la isla de 23 millones de habitantes es parte integrante de su territorio, a pesar de que Taiwán dispone desde hace siete décadas de Gobierno y Ejército propio.

Toda invasión china de Taiwán perturbaría las cadenas de suministro mundiales: la isla es la principal fabricante mundial de semiconductores, unos compuestos indispensables para multitud de aparatos electrónicos.

Una intervención militar provocaría la indignación de los occidentales, aislaría a China y acercaría como nunca antes a Beijing y a Washington a un enfrentamiento armado directo.

Las tensiones que rodean la isla se agravaron entre China y Estados Unidos desde la visita en agosto de la número tres estadounidense, Nancy Pelosi.

Beijing organizó entonces sus mayores ejercicios militares en respuesta, considerándolo como un ataque a su soberanía.