La fondue tiene sus raíces en una narrativa que se extiende a través de milenios. Sorprendentemente, su primera mención aparece en la “Ilíada” de Homero, escrita aproximadamente entre el 800 y el 725 a.C. En este épico poema, se describe una mezcla de queso de cabra, vino y harina, que recuerda a la base de la fondue que conocemos hoy. 

Avanzando a finales del Siglo 17, encontramos otra referencia significativa en un libro de cocina suizo, el “Kochbuch der Anna Margaretha Gessner”. Este texto describe métodos para cocinar queso con vino, sugiriendo que la fondue ya era una parte establecida de la cocina suiza. 

No obstante, hay quienes afirman que los verdaderos creadores de la fondue fueron los campesinos de las montañas suizas. Durante los duros meses de invierno, con los productos frescos escaseando, estos ingeniosos montañeses encontraron una forma de aprovechar las sobras de pan y queso, creando una comida sustanciosa y deliciosa. 

El verdadero impulso a la popularidad de la fondue llegó en 1930, cuando la Unión Suiza del Queso declaró oficialmente este plato como el plato nacional del país. Desde entonces, los suizos han adoptado la fondue como una parte esencial de su identidad culinaria.