Pan Francés
El pan francés, conocido mundialmente por su inigualable textura crujiente y su miga suave, es un símbolo de la cultura y la gastronomía francesa. Desde la clásica baguette hasta las diversas variedades de panes que se encuentran en las panaderías de todo el país, el pan es un elemento esencial de la dieta diaria en Francia. Pero, ¿cuál es el origen de este icónico alimento y cómo ha llegado a ser tan representativo?

Origen
El pan francés, conocido y amado en muchos hogares cómo un desayuno o postre delicioso, en realidad tiene sus raíces en la versión francesa llamada “pain perdu”, o “pan perdido”. Este tradicional postre de la Semana Santa en la región de Bretaña, Francia, es una deliciosa manera de aprovechar el pan seco o duro. Sumergido en una mezcla de huevo, leche y azúcar, el pan se fríe en mantequilla hasta que queda dorado y crujiente por fuera, pero suave y tierno por dentro.
Aunque popularmente se asocia con la cocina gala, su origen puede remontarse mucho más atrás en el tiempo. De hecho, menciones de este tipo de pan aparecen en las recetas de Apicius durante el Imperio Romano en el Siglo 5. En aquella época, el plato se preparaba sin huevo, pero la idea básica de utilizar pan duro para crear un plato más nutritivo ya estaba presente.
A lo largo de Europa, este platillo se volvió común entre los campesinos, quienes lo preparaban para aprovechar el pan duro de una forma creativa y nutritiva. En España, una versión similar conocida como torrejas se ha convertido en un postre tradicional muy querido.
El pan francés hizo su travesía al Nuevo Mundo en el Siglo 17, gracias a la colonización inglesa. En América, este plato se popularizó rápidamente, apreciado por su sencillez en la preparación y su capacidad para convertir ingredientes básicos en una delicia culinaria. Con el tiempo, el pan francés se adaptó a los gustos locales y se convirtió en una parte integral de la cultura estadounidense.
Hoy en día, el pan francés se disfruta de muchas maneras. Los más tradicionales lo prefieren con un toque de canela y azúcar espolvoreadas, una bola de helado de vainilla, crema batida o frutas frescas.
En los desayunos americanos, a menudo se acompaña con rebanadas de tocino frito y un par de huevos, ofreciendo una mezcla de sabores dulces y salados. También hay quienes lo reservan como un delicioso postre, disfrutado después de una comida.
Ingredientes
Pan francés con hojuelas de maíz:
Crème brûlée:
Salsa de cajeta y montaje:
Preparación
8 PORCIONES
30 MINUTOS
SENCILLO
- Mezcla los huevos con la leche y reserva.
- Prepara una freidora o calienta una sartén con aceite.
- Cubre ligeramente una rebanada de pan con la mezcla de huevo y leche.
- Báñala con las hojuelas de maíz y fríe hasta que quede dorada de todos sus lados.
- Repite este paso con las rebanadas restantes.
- Mezcla las yemas con el azúcar.
- Precalienta el horno a 95 °C.
- Raspa con la punta de un cuchillo las semillas de cada mitad de vaina de vainilla, y mézclalas con la leche y la crema para batir.
- Coloca esta preparación sobre el fuego junto con las vainas de vainilla.
- Cuando hierva, vacíala en la mezcla de yemas con azúcar, moviéndolas continuamente.
- Cuela la preparación y distribuye en ocho moldes individuales.
- Colócalos dentro de un recipiente grande con agua y hornéalos durante dos horas aproximadamente.
- Coloca sobre el fuego la cajeta con la crema para batir.
- Cuando se calienten, incorpora bien ambos ingredientes.
- Retira del fuego.
- Sirve cada pan francés con una lámina de ate de membrillo y dora la superficie con un soplete de cocina.
- Vierte encima una cucharada basta de crème brûlée y salsa de cajeta.
- Decora con brotes de melón.

Información y Diseño: Janayna Mendoza
Receta: Jesús Elizondo
Fuentes: Saborearte y Grupo REFORMA
Fotos: Canva
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