“EL VAQUERO GALÁCTICO... EL REGRESO”


“Él era como un león en la sabana”, dice el dramaturgo David Colorado sobre su ex colega, Melchor Flores Hernández, mejor conocido como El vaquero galáctico, desaparecido por elementos de la Policía Regia en 2009.
No era su amigo y jamás intercambiaron palabra cuando compartían espacio para sus espectáculos en el Centro de la Ciudad, pero Colorado, entonces mimo, reconoce al artista callejero como parte de su gremio, “del barrio”.
“(Era) alguien con un carisma único, original, tenía una muy buena estructura física, su sentido del humor era muy ágil, no solamente se pintaba (todo el cuerpo, de plateado) y ya, sino que realmente tenía una técnica corporal muy depurada”.
Pero el performer bañado en plata y de movimientos silenciosos y robóticos fue privado de su libertad a los 26 años de edad por circunstancias aún no aclaradas, como cientos de personas en estos tiempos violentos.
Colorado, comprometido con el teatro social y al aire libre, estrenó una pieza teatral en su homenaje titulada “El Vaquero Galáctico” antes de la pandemia y que volvió a presentarse este año bajo el subtítulo “El regreso”.
La obra, que se ha presentado en centros de la UANL, esferas culturales, Casa Musa y en algunas partes del noreste del País, crea una realidad alterna: que Melchor sigue presente.
“Es como si estuviese en el mundo imaginario que él produjo”, dice el dramaturgo acerca de Nuevo Texas, esa región de fantasía que combina referencias de filmes sci-fi, western y de artes marciales.
Colorado también rinde tributo en la historia a Gustavo Castañeda Puentes, un programador analista que desapareció junto con Melchor, cuyo enigma aumenta al paso de los años.
La pieza cuenta con la aprobación -e información proporcionada- por los familiares de los desaparecidos.
El autor levanta su puño para las fotografías de este reportaje. Hace el gesto sin que nadie se lo pida.
“El teatro social es el depositario de la memoria”, menciona momentos atrás.
“El teatro es para decirle a la gente: ‘hay que recordar’. Yo pienso que la memoria es la sustancia de la historia”.
Tiene en la mira dos sitios emblemáticos para presentar su obra: en el Estado de México, donde vive el padre de Melchor, y Argentina, por su relación con las desapariciones forzadas.
“404 NOT FOUND”



Seis días antes de la Navidad del 2005, el 19 de diciembre, la instructora Alejandra Jiménez Yerena, de 33 años, fue encontrada por su ex esposo y la hija de ambos, Cassandra Colís, asesinada en la casa que rentaba en la Colonia del Norte.
Unos 17 años después de aquel suceso, la joven, convertida ahora en dramaturga y actriz, recuerda a su madre fallecida a través del arte en la obra “404 not found”, estrenada el año pasado.
“Escribir esta obra me despertó muchas preguntas, muchas dudas. No quería hacer un texto a partir de victimizarme, sino tratar de tocarlo desde otro lado.
“En el arte, cuando hablas desde el ‘yo’ víctima, la gente tiende a no escuchar tanto, a voltearse, a decir esto no me va a pasar a mí, no es mi caso”, apunta la artista.
El montaje, ganador de la convocatoria “Puestas en escena Conarte”, es una denuncia social sobre una problemática cuyo término no se utilizaba hasta en años recientes: el feminicidio.
“Entender que esto que pasó en 2005 sigue pasando. Deja tú que sigue pasando: está peor”, afirma Cassandra, que tenía 10 años cuando sucedió el fatídico suceso.
La artista construyó el monólogo a través de la inmersión al pasado, pues pidió la carpeta de investigación a la Fiscalía e incluso buscó notas periodísticas que informaron del crimen.
También indagó con amigos, conocidos y familiares de su madre para encajar las piezas dispersas en su mente.
En esa búsqueda se topó con páginas de internet, ya en desuso, pero aún visibles, que revictimizaban a su madre por ser una mujer divorciada y porque no estaba en ese momento con su hija.
“¿Cómo es posible que la gente siga pensando que es culpa de la víctima lo que le suceda? Fue un shock muy grande”, dice.
“404 not found” ha tenido éxito desde su estreno, quizá por lo estrujante de su premisa.
La obra ha sido presentada en Reynosa, Saltillo y hasta en Costa Rica.
Ha sido seleccionada, además, para el festival Teatro a Una Sola Voz, de Ciudad de México, representando a Nuevo León.
Del feminicida que le quitó a su madre a días de aquella Navidad, poco se sabe. Que era un completo desconocido, que usaba nombres distintos y que tal vez era stripper de un antro gay.
“KUMBIA SUMERGIDA”



Los 17 integrantes de la agrupación musical Ké Kolombia desconocen que fueron asesinados: se preguntan unos a otros dónde se encuentran, alguno menciona que tiene que ir a cuidar a su padre anciano; otro, a sus pequeños hijos y, uno más, a su esposa embarazada.
Permanecen en lo más profundo de un pozo de agua, junto con sus instrumentos. En ocasiones, de entre sus voces, brota el burbujeante sonido del agua.
Al dramaturgo y director Hernán Galindo aún le cuesta rememorar el suceso en el que se inspiró: la ejecución de los músicos y parte del staff del grupo Kombo Kolombia, cuyos cuerpos fueron hallados en una noria en Mina, en enero de 2013.
“Quizá será un compromiso de los creadores artísticos y no una obligación, pero creo que sí es un compromiso que podamos hablar de lo que nos rodea a través de la propuesta artística o poética”, reflexiona.
El autor regio realizó la obra “Kumbia sumergida” a partir de ese sentido del deber basándose en notas periodísticas, reportajes televisivos, las entrevistas y la información de redes sociales sobre el fatídico caso.
“Yo no me meto a clarificar los hechos”, dice.
“Más que nada toco la periferia del fenómeno: el mundo de una mujer policía, el de la madre que se quedó sin el hijo… las personas que fueron afectadas por la desaparición”.
La puesta en escena fue estrenada el año pasado en el Primer Encuentro de Teatro Universitario del Festival Santa Lucía, con la dirección de Antonio Craviotto.
Desde entonces, las presentaciones no han parado: La historia inspirada en el grupo musical ha estado en el Encuentro Estatal de Teatro, el Festival Alfonsino y en distintas prepas de la UANL.
“En el teatro, el espectador puede sufrir cuando ve un drama o una tragedia no sólo porque sufre por los personajes, sino también porque se sabe vulnerable a que le suceda eso”.
Hay una consigna que sobrevuela el texto de Galindo y que destaca en un verso de la canción “Kumbia Sumergida”, justamente la que da el nombre a la obra: “En la tristeza y la impotencia estoy dormido / Y yo te ruego no me dejes en el olvido”.
De eso trata la obra: de no dejar aquella música, vidas y sueños de aquellas personas en un pozo lleno de agua.
“ZORRÚBELA: EL DESPERTAR DE MONTERROR”



La sororidad es lo que permanece en Monterror, una ciudad de desesperanza y crimen.
Por eso es que la periodista Julia decide buscar justicia para su hermana Victoria, víctima de transfeminicidio, con el alter ego de “Zorrúbela”, una superheroína urbana de pañuelo morado, pantalones holgados y cadena en mano para golpear criminales.
“Nos parecía que sería muy difícil entrarle desde el drama y la realidad a cosas tan desesperanzadoras como la violencia extrema, el ecocidio, la corrupción, la desaparición, el feminicidio y el transfeminicidio”, apunta la escritora Carmen Alanís, quien co-escribió el guión junto a la actriz Morena González.
Un mundo de cómic, con tintes noir, fue lo que ayudó a las creadoras a aguantar tanta oscuridad.
Y como en toda buena historieta, Zorrúbela, cuyo sobrenombre ironiza el apodo despectivo que muchos hombres utilizan contra las mujeres, cuenta con una mentora.
“Acá la maestra, su guía, es doña Rosario”, explica Carmen. El personaje alude a la activista Rosario Ibarra de Piedra, fundadora del Comité ¡Eureka! para la búsqueda de desaparecidos y fallecida el año pasado.
Porque el mensaje de la obra, aclara Morena, habla sobre la cultura de paz y el amor, y no de venganza.
“Cuando Zorrúbela encuentra al villano, aparece la mentora y habla con ella, para decirle que la venganza no es el camino”, menciona la actriz.
Ambas coinciden en que la idea de la obra es que las mujeres escuchen sus propias historias en un mundo en que mucho han dicho los hombres.
“Vivir en México implica ser heroínas”, indica Carmen.