Charles Henry Béard Bischof, “El suizo”, era, a decir de sus seres queridos, un hombre de gustos refinados, amante de la vida en cada una de sus formas, un gran promotor de la cultura del vino en México, enamorado eterno de su mujer, Deby Béard, y de sus hijas, Alexis Béard y Melanie Béard.

Charles Béard fue hijo de Claude Béard y Lucy Bischof y sus familiares fundaron la Casa Béard de cristalería en 1870 en Montreux, Suiza, la cual abrió en 1992 en la República Mexicana.
El vino, ese elixir que Charles Béard entendía como pocos, era su manera de brindar por los momentos más importantes. Sabía apreciar cada nota y aroma, como si de una obra de arte se tratara.
Sus más allegados afirman que Charles Béard disfrutaba de la buena gastronomía, el gozo de compartir la mesa con amigos, aquellos que fueron tantos y tan cercanos a él. Cada comida, se convertía en una fiesta, y él, siempre en el centro, sabía cómo hacer de los encuentros una memoria invaluable.


Charles Béard se casó en 1991 con Deby Béard, con quien formó una pareja única no sólo por el amor, sino por una visión compartida: importar las copas Riedel y así promover y elevar la cultura vinícola en el País.
Con pasión y dedicación, recorrieron viñedos, Charles Béard y su esposa conocieron a productores, y con cada copa y conversación, fueron tejiendo un sueño que, poco a poco, se hizo realidad.
Para ellos, la vida era disfrutar, educar, compartir con otros el arte que hay detrás de cada botella, el esfuerzo de la tierra y las manos que la trabajan.



Charles Béard y Deby se convirtieron en embajadores del buen vino, inspirando a muchos a descubrir los secretos que guarda una buena copa Riedel y a apreciar la riqueza de los viñedos.
Cuentan sus más cercanos, que en cada evento o cata, la presencia de Charles Béard era notable, y juntos, fueron clave para que la cultura vinícola tomara fuerza, no sólo como un placer, sino como una identidad en crecimiento.
Su pasión por los coches era más que una afición; cada motor rugía al compás de su corazón, y para Charles Béard, conducir era un viaje y una experiencia, una conexión entre el hombre y la máquina. Los coches no eran simples objetos, sino compañeros fieles que le llevaban a paisajes diferentes, esos caminos llenos de historias y horizontes por descubrir.


Para su esposa, hijas y amigos, aunque Charles Béard ya no está físicamente, su legado sigue vivo en cada sorbo, en cada celebración donde esta bebida ocupa un lugar de honor.
Ahora que Charles Béard se ha ido, afirman sus familiares, su ausencia resuena en los espacios que antes llenaba con su presencia única. Ya no está, pero dejó atrás un legado de pensamientos que siguen flotando en el aire, como susurros que no se apagan con su partida.
Para quienes amó, Charles Béard fue y siempre será, un ser hermoso, un alma que fascinó y que seguirá fascinando, porque, destacan, “hay hombres cuya esencia nunca muere, aunque ya no caminen entre nosotros”. Descanse en paz.


