En un mitin realizado el fin de semana en Ohio, el primero que realiza como virtual candidato presidencial por el Partido Republicano, Trump, de pie en el escenario, colocó la mano en su gorra roja con la leyenda MAGA en señal de saludo, mientras un coro grabado de prisioneros encarcelados por su participación en el ataque del 6 de enero cantaba el himno nacional estadounidense.
Un presentador le pidió a la multitud que se pusiera de pie “por los rehenes del 6 de enero, horrible e injustamente tratados”. Y las personas lo hicieron, y cantaron.
“Fueron increíbles patriotas”, dijo Trump cuando terminó la grabación.
Prometió ayudar “el primer día que ocupemos el cargo” a los amotinados, a quienes ya había prometido indultar.
Relegada inicialmente como una teoría secundaria en los márgenes del Partido Republicano, la historia revisionista del 6 de enero, que Trump amplificó en los primeros días de la campaña republicana para la elección primaria con el fin de incitar a sus votantes más devotos, sigue siendo una pieza central en los mítines, aun cuando el precandidato debe atraer a un público más amplio para ganar la elección general.
Al elogiar a los sublevados, Trump transfiere la culpa de su propia participación en el periodo previo al sangriento asedio y pide a los votantes que absuelvan a cientos de ellos, y a él mismo, por el más mortífero ataque contra la sede de uno de los poderes de Estados Unidos en 200 años.
Al mismo tiempo, los aliados de Trump instalan a negadores de la elección de 2020 en el Comité Nacional Republicano, institucionalizando aún más las mentiras que desataron la violencia. Esto ha generado señales de alarma acerca del año próximo, cuando el Congreso será convocado de nuevo para certificar la votación.
Y no están solos. Los legisladores republicanos participan en una reinvestigación del ataque del 6 de enero de 2021 que pretende blindar a Trump contra toda acusación, mientras se presentan teorías secundarias sobre la razón por la que miles de sus partidarios acudieron al Capitolio en lo que se convirtió en una brutal escena de combates cuerpo a cuerpo con la Policía.
Cinco personas murieron durante el motín y la etapa posterior al mismo.
En conjunto, se trata de lo que quienes estudian los regímenes autoritarios advierten como un caso clásico de la denominada consolidación, que es cuando el aparato del Estado se transforma alrededor de una sola figura, en este caso, Trump.
Jason Stanley, catedrático de filosofía en Yale, dijo que, en la historia, la pregunta surge una y otra vez: ¿cómo es que las personas no le creyeron a un líder autoritario sobre lo que iba a ocurrir? “Escuchemos a Trump”, dijo.
“Cuando ocurre un golpe de Estado contra un régimen democrático y queda impune, constituye un indicador muy fuerte del final del Estado de derecho y de la victoria de ese movimiento autoritario”, dijo Stanley, autor de “How Fascism Works” (cómo funciona el fascismo).
“Para los estadounidenses, es muy difícil comprender que lo que ocurre en la mayor parte del mundo también puede ocurrir en este país”.
Trump enfrenta cuatro cargos federales por los incidentes del 6 de enero, según los cuales conspiró para defraudar a los estadounidenses respecto a su derrota en la elección de 2020 y obstruyó el procedimiento oficial en el Congreso para certificar la votación a favor de Joe Biden.
Mientras la Suprema Corte estudia el alegato de Trump de que debería ser inmune a la acción legal, no se sabe si el caso irá a juicio, lo cual hace surgir la posibilidad de que no se resuelva sino hasta después de la elección.
La Comisión Especial de la Cámara sobre el 6 de enero encontró que Trump participó de manera delictuosa en una “conspiración de muchas partes” para anular los resultados legítimos de la elección presidencial de 2020 y que no actuó para evitar que sus partidarios atacaran el Capitolio y golpearan a la Policía.
Más de mil 200 personas fueron acusadas en el motín, entre ellas, miembros de los grupos de ultraderecha Oath Keepers y Proud Boys, cientos de los cuales fueron declarados culpables. Un abogado de Trump, Rudy Giuliani, y el abogado John Eastman enfrentan acusaciones legales por su trabajo en la elección de 2020.
En respuesta a una indagación de The Associated Press, el equipo de campaña de Trump señaló el trabajo de los investigadores de la Cámara que tratan de mostrar inconsistencias en la investigación de la Comisión Especial y su testigo estrella Cassidy Huntchinson, ex asesora que tuvo acceso privilegiado al funcionamiento interno de la Casa Blanca.
Karoline Leavitt, secretaria nacional de prensa de Trump, dijo que el Departamento de Justicia ha dedicado más tiempo a procesar al ex Presidente y a “atacar a los estadounidenses por protestar pacíficamente el 6 de enero” que a otros criminales.
“El Presidente Trump restaurará la justicia para todos los estadounidenses que han sido tratados injustamente”, dijo.
Aun cuando a los republicanos les preocupa en privado que Trump se arriesgue a desalentar a las mujeres y a los votantes independientes, a los que necesitará en la revancha contra Biden en la elección general, asesores de alto nivel han dicho que es poco lo que pueden hacer porque Trump seguirá siendo Trump.
Durante el fin de semana, Trump centró su atención en Liz Cheney, ex congresista republicana que ocupó la vicepresidencia de la Comisión Especial y obtuvo personalmente el demoledor testimonio de Hutchinson de 2022.
“¡Ella debería ir a la cárcel junto con el resto de la Comisión No Especial!”, publicó Trump en las redes sociales.
Cheney respondió “Hola Donald: sabes que esas son mentiras”, al tiempo que ha tratado de disipar las falsedades sobre el 6 de enero.
“Si su respuesta al ataque de Trump contra nuestra democracia consiste en mentir y encubrir lo que hizo, atacar a los valientes hombres y mujeres que presentaron la verdad, y defender a los criminales que atacaron violentamente el Capitolio”, dijo en una publicación, “deberían pensar de nuevo de qué lado están. Una pista: no es del lado de Estados Unidos”.
Muchos republicanos omiten deliberadamente el tema, especialmente en el Congreso, a pesar de que los legisladores corrieron por su vida y buscaron refugio cuando los agresores tomaron por asalto la Cámara de Senadores y saquearon las oficinas del Capitolio.
Los senadores que criticaron duramente a Trump tras el ataque del 6 de enero, como el líder del bloque republicano Mitch McConnell, y John Thune, de Dakota del Sur, el republicano número 2 en el Senado, ahora lo apoyan.
Otros todavía declinan dar su apoyo a Trump, entre ellos, el senador de Luisiana Bill Cassidy, que votó a favor de condenar a Trump en su segundo juicio político por el cargo de incitar la insurrección que provocó el ataque el 6 de enero. Pero quienes mantienen su negativa son minoría.
En una aparición en el programa “Meet The Press” de NBC, Cassidy solo dijo, “Planeo votar por un republicano por la Presidencia de Estados Unidos”.
Un republicano dispuesto a hablar es Mike Pence, el ex Vicepresidente, a quien los amotinados gritaron que querían “ahorcar” aquel día, mientras un patíbulo improvisado se alzaba en el Frente Occidental del Capitolio.
“Yo estuve allí el 6 de enero. No tengo ninguna duda… de que algunas personas fueron sorprendidas con las manos en la masa en ese momento”, dijo Pence en “Face the Nation” de CBS.
“Pero los ataques contra los agentes de Policía, a final de cuentas, un entorno que clamaba por vidas, es algo que, en mi opinión, fue trágico aquel día”, dijo Pence. “Y nunca lo minimizaré”.