La idea de resolver problemas financieros mediante un golpe de suerte puede convertirse en un camino directo al endeudamiento y la pérdida patrimonial. 

La Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef) advierte que la ludopatía —adicción a los juegos de azar— no solo implica un deterioro económico acelerado, sino también afectaciones emocionales y familiares.

Este trastorno, definido por la pérdida de control sobre las apuestas, lleva a muchas personas a destinar ingresos crecientes al juego, recurrir a préstamos y comprometer bienes como vehículos o propiedades. 

Entre las señales de alerta identificadas por la Condusef están: apostar con mayor frecuencia y en montos crecientes, ocultar el tiempo o dinero invertido, utilizar recursos destinados a gastos esenciales y no poder detenerse pese a pérdidas significativas.

Alicia Márquez Guízar, profesora del Departamento de Finanzas del CUCEA-UDG, explica que estas conductas suelen tener un origen social y emocional.

Las finanzas son emocionales (…) Ese tipo de factores hacen que conforme vayamos creciendo, vayamos buscando esos golpes de suerte”.

Asegura que la disponibilidad de plataformas digitales ha hecho que apostar sea “peligrosamente fácil”, aumentando el riesgo de que una práctica ocasional se convierta en adicción.

Por su parte, la Dulce María Valencia, profesora titular en psicoterapia del ITESO, señala que, en la mayoría de los casos, la motivación no es ganar, sino recuperar pérdidas previas.

“Generalmente los que juegan ya de manera patológica, muchas veces lo que están intentando es recuperar lo que han perdido”.

Sin embargo, este objetivo rara vez se cumple, y aun cuando hay ganancias, suelen volver a apostar hasta agotar los recursos.

De acuerdo con la Condusef, los impactos financieros de la ludopatía incluyen el incumplimiento de pagos de renta, servicios básicos o alimentación; el uso de créditos de alto interés para financiar apuestas; y la liquidación de ahorros o activos destinados a emergencias, educación o retiro. En casos extremos, el patrimonio familiar queda comprometido, prolongando las consecuencias económicas durante años.

Para prevenir estos riesgos, el organismo recomienda establecer un presupuesto estricto para el entretenimiento, evitar el uso de tarjetas de crédito o préstamos para apostar, mantener un fondo de emergencia separado del gasto cotidiano y buscar ayuda profesional ante las primeras señales de pérdida de control.

Las especialistas coinciden en que, aunque el juego puede verse como entretenimiento, no debe considerarse una estrategia financiera.

Basar la economía personal en el azar incrementa las probabilidades de caer en un ciclo de deuda y pérdida patrimonial, afectando no solo al jugador, sino también a su entorno más cercano.