Conviven en medio de la guerra

El resort de cinco estrellas a orillas del Mar Rojo tiene 20 bares y restaurantes del estilo “todo lo que pueda comer”, un parque acuático, un spa de lujo, entretenimiento nocturno, esnórquel, yoga al atardecer y aqua Zumba.


En el enorme vestíbulo, una mujer con vestido rojo toca Chopin en un brillante piano de cola. Hordas de niños corren con espadas de plástico en mano y cantando, en ruso, “Soy un pirata”.


Muchos de los huéspedes son rusos. Muchos son ucranianos. La mayoría debería haber regresado a casa hace días. En cambio, están atrapados el uno con el otro.


“Para mí es difícil hablar con rusos ahora”, dijo Yevgeni Shevchenko, de 30 años, quien llegó a Egipto procedente de la capital ucraniana, Kiev, con su esposa y su niño hace tres semanas en lo que se suponía serían unas vacaciones sin preocupaciones en la playa. Cuatro días después, se despertó con la noticia de que su país había sido invadido.


Refiriéndose a los rusos en el resort, dijo: “Ellos también tienen problemas, como sus tarjetas de crédito que no funcionan y el rublo cayéndose. Pero no lo puedes comparar con nuestros problemas, con los problemas de los ucranianos”.


Tras la invasión rusa a Ucrania, miles de turistas, rusos y ucranianos, se encontraron aislados, en el soleado Sharm el Sheikh, sin poder llegar a casa y sin poder evitarse en el desayuno del buffet.
Lo días han estado cargados de tensión, agresión y miedo, junto con un ocasional momento de compasión.


Algunos de los turistas ucranianos, entrevistados en tres resorts en Sharm, dijeron que habían tratado, y fracasado en gran medida, de persuadir a los rusos de que su país no había hecho nada para merecer la invasión.

Un golpe para el turismo

Cuando comenzó la invasión, funcionarios de la Embajada de Ucrania dijeron que alrededor de 11 mil ucranianos se estaban quedando en Sharm y 9 mil más en Hurghada, otro resort egipcio del Mar Rojo. Esas cifras han disminuido desde entonces, ya que Egipto ha coordinado vuelos de evacuación a Europa. El número de rusos atrapados en Egipto, aunque no es público, se estima en decenas de miles.


En tiempos normales, las playas de Egipto ofrecen a rusos y ucranianos una escapada con todo incluido del clima invernal, a solo unas pocas horas de vuelo desde Ekaterimburgo, Rusia, o Járkov, Ucrania.

Los operadores de paquetes turísticos envían a varios millones de ellos a Sharm y Hurghada cada año.


Pero la guerra en Ucrania fue solo el último de muchos golpes a la industria, tras la Primavera Árabe en 2011; el atentado terrorista con bomba en 2015 contra un avión de pasajeros ruso luego de que despegó de Sharm, lo que llevó a una prohibición de vuelos directos durante seis años; y la pandemia de Covid-19.


Egipto nunca dejó de atender a los rusos y ucranianos, que alguna vez representaron un tercio de los visitantes al país, y que comenzaron a acudir en masa nuevamente a Sharm a finales del año pasado. En los resorts a lo largo de Sharm, los huéspedes pueden encontrar menús, letreros y actividades en ruso, idioma que también hablan muchos ucranianos. En las habitaciones, la TV transmite principalmente canales rusos y ucranianos.


Hasta hace dos semanas, unidos por el lenguaje, la cultura y la historia, las dos nacionalidades vacacionaban en armonía.

Luego los canales ucranianos comenzaron a mostrar a a las fuerzas rusas destruyendo las ciudades ucranianas y disparando contra civiles que escapaban, y los canales rusos empezaron a afirmar que no existía ninguna guerra.

Un futuro incierto

Cuando Sergey Vysochin, de 58 años, y Alina Vysochina, de 43, no pudieron regresar a su hogar en Kamianske, Ucrania, luego de su luna de miel en Sharm, trataron de canalizar su culpa y temor haciendo su parte en la guerra de información de su país.


Se acercaron a turistas rusos, dijeron, y les trataron de explicar lo que estaba sucediendo. En un esfuerzo por penetrar la mentalidad rusa, ocasionalmente cambiaron el canal de la TV de su cuarto de Euronews a Russia-24, aunque lo que veían los enfurecía.


Pero los rusos que conocieron respondieron como Pavel, de 35 años.


“Generalmente apoyo el lado del Gobierno ruso”, dijo el hombre, quien se dedica a las ventas cerca del Lago Baikal en Siberia.


Hay algunos rusos que no creen la propaganda respaldada por el Kremlin que ven en la televisión estatal.


Mike, de 30 años, quien trabaja para una compañía farmacéutica en Moscú, dijo que un grupo de turistas ucranianos lo confrontó en el resort, y le mostaron fotografías del derramamiento de sangre.

“No dije nada. No tenía palabras”, comentó. “Sólo los abracé”.


Cuando en Sharm, él y su esposa, Anastasia, de 30 años, vieron las noticias de la guerra, consideraron dejar Rusia, pero decidieron que no podían dejar a sus familias. Protestar, como muchos turistas ucranianos dijeron que le estaban pidiendo a los rusos, parecía muy riesgoso ante la profunda represión de Rusia contra la disidencia.


A la deriva a través de los días, los ucranianos descubrieron que no había mucho tiempo que pudieran pasar pegados a las noticias, o revisando horrorizados las redes sociales, o llorando.


Hacían caminatas, nadaban. De mala gana se enfrentaron a su futuro.


Algunos debatían sobre a dónde ir después de Sharm: ¿Qué pasaría si Rusia se adentrara más en Europa? Otros discutieron sobre qué harían una vez de regreso en Europa: ¿Sumarse a la lucha? ¿Conseguir trabajos y enviar dinero al frente?

“Aún me siento culpable de estar aquí”, dijo Vadym Harat, un ingeniero eléctrico de Kiev, quien se enteró de que Rusia había invadido su país cuando aterrizó en Sharm para lo que debía ser la celebración de su cumpleaños 50.

'Estamos de modo vacaciones'

El Gobierno egipcio ha ordenado a los hoteles de dos y tres estrellas en el Mar Rojo extender la estancia de los huéspedes ucranianos de manera gratuita, mientras que a resorts más caros les pidió ofrecer tarifas especiales o transferencias a hoteles más baratos. Eso fue un alivio para los turistas, pero un golpe a los hoteles ya lastimados por la pandemia, a los que el Gobierno les prometió una compensación de solo 10 dólares por huésped ucraniano cada noche.


“Si hablas con los egipcios, están más tristes que los propios ucranianos”, dijo Ashraf Sherif, gerente de ventas de Hoteles Red Sea, una cadena en Sharm y Hurghada.


“Porque esta ciudad solo tiene turismo”.


Turistas rusos en Sharm dijeron que dependían de sus operadores turísticos para pagar sus estadías y organizar el transporte a casa ahora que los vuelos directos a Rusia están suspendidos y sus tarjetas de crédito ya no funcionan. Algunos señalaron que sus agencias les dijeron que estaban por su cuenta.


Algunos viajeros de ambos países estaban buscando alargar su estadía en Egipto, un refugio más soleado y económico que muchas otras opciones.


Andriy Panagushyn, un ex diplomático ucraniano residente en Sharm, dijo que él y otros residentes ucranianos habían sido inundados con solicitudes de compatriatas que buscaban alquileres a largo plazo.


Muchos turistas estaban tratando de sacar el máximo provecho a sus vacaciones obligadas. Los bares y clubes estaban llenos; rusos bailaban en un lado, ucranianos en el otro.


“Nuestros hígados están sufriendo de tanto alcohol”, dijo Ruslan Yarikov, de 43 años, un contador de la ciudad rusa de Norilsk, en Siberia, cuya estadía en un resort de cinco estrellas fue extendida sin costo.


“No sentimos la guerra aquí, estamos en modo vacaciones”.

Pero para algunos, era imposible fingir.


Pocos días después de la invasión rusa, una ucraniana estaba sentada en el bar del Hotel Ghazala ahogando sus penas. El único otro cliente era una adolescente ruso bailando alrededor de la pista.


La ucraniana le preguntó al ruso: “¿Estás pasando un buen rato?”.


Al escuchar su acento ucraniano, el adolescente se congeló, la volteó a ver y, lentamente, la saludó.


Después de un rato, la mujer saludó de vuelta.