Cuando en 1982 iniciaba su especialidad de infectología en Houston, el médico Javier Ramos vio llegar a los primeros pacientes de sida.

“Nos hablaban de diferentes especialidades porque de repente veían infecciones por pneumocystis carinii, tumores como sarcoma de Kaposi, que no eran comunes. Tenían su sistema inmune muy deprimido”, cuenta.

En 1986, al terminar su preparación, Ramos se instalaba para trabajar en el Hospital Universitario y le tocaba vivir, de nueva cuenta, los inicios de una pandemia, esta vez en Monterrey.

“Los primeros casos (en Monterrey), eran casos importados”, recuerda Ramos, fellow en IDSA (Sociedad de Enfermedades Infecciosas de América) y ex jefe de Servicios de Infectología del HU, “eran connacionales que estaban trabajando en Nueva York, San Francisco, Houston, Miami. Se infectaban allá, se sentían enfermos, y venían aquí a recibir la atención.

“En dos, tres años, (el panorama) cambió, de ser casos importados a ser una epidemia propia y local”. 

Las primeras notificaciones fueron en Estados Unidos en junio de 1981, hace 40 años. En 1982 se le definió por primera vez como síndrome de inmunodeficiencia adquirida (Sida) y en 1983 se identificó al virus de la inmunodeficiencia humana (vih) como el agente causal de esta enfermedad.

AVANCES Y CLAROSCUROS

Hoy, Día Mundial del Sida, ONUSida llama a apoyar a quienes viven con el virus en el mundo, que se calcula ronda las 37 millones de personas. Por enfermedades relacionadas con el sida, han muerto unos 36 millones.

Desde mediados de los años 90 existen los antirretrovirales que permiten a un paciente con vih tener calidad de vida.

Sin embargo, en México hay frecuentes periodos de desabasto. Durante la otra pandemia, la de Covid-19, hubo pacientes que dejaron de ir por sus medicamentos ante el temor de contagios. Y el apego a los tratamientos es esencial para el control de la enfermedad.

También hay pruebas rápidas para conocer en cuestión de minutos si se vive o no con el virus, pero la promoción oficial para realizarlas ha disminuido, mientras que los cierres por Covid también afectaron las detecciones que cayeron a casi la mitad.

Además, sigue siendo un tabú hablar públicamente de un método preventivo tan básico como el condón.

“Seguimos viendo infecciones nuevas, lo que ha cambiado radicalmente es que, afortunadamente, la mayor parte de los pacientes tienen acceso a tratamiento antirretroviral, por eso ya no se nos mueren tantos como se nos morían en esa época”, apunta Ramos.

“Pero tristemente todavía siguen llegando pacientes con enfermedad avanzada”.

LAS 4 H

En los primeros años hubo quienes murieron abandonados por sus familias, en hospitales o albergues. Tras intenso trabajo de activistas, la discriminación quedó prohibida por la ley, aunque continúa de manera velada, coinciden médicos y especialistas. 

ONUSida considera como poblaciones especialmente vulnerables al vih a hombres que tienen relaciones sexuales con hombres, a trabajadores sexuales, a personas transgénero, a personas que se inyectan drogas y las personas privadas de su libertad.

También define que la transmisión puede ser por vía sexual, por compartir agujas y jeringas, de madre a hijo durante el embarazo y por transfusión sanguínea. En estos 40 años se han podido disminuir las últimas tres. Las prácticas sexuales sin condón siguen siendo las que derivan en el mayor número de casos.

En los años 80, Abel Quiroga estudiaba su carrera como químico farmacobiólogo.

“Escuchaba la referencia del cáncer rosa, de que era la enfermedad de las 4 ‘h’: homosexuales, heroinómanos, haitianos, y personas con hemofilia”, recuerda Abel, de 60 años y uno de los activistas íconos en Monterrey en la lucha contra la discriminación por vih sida.

“Los primeros años en Nuevo León fueron caóticos”, apunta el activista que vive con vih. “Se estaba muriendo nuestra gente, nuestros amigos, era gente gay la que se estaba muriendo”.

Junto con el escritor y también referente del activismo Joaquín Hurtado, trabajó en el Movimiento Abrazo, el primero en Monterrey para apoyar a quienes sufrían la enfermedad.    

“Lo primero que queríamos en aquel momento era un abrazo”, recuerda Abel. 

“No había dónde atender a la gente, los mandaba con un médico, luego con otro, y en esos trayectos se morían”, cuenta. “Las funerarias cobraban extras y extras para despedir el cuerpo. Hasta que llegó un colapso y de ese colapso nacimos nosotros, porque eran tantos nuestros amigos muertos”.  

En 1998, fundó Acodemis, que a la fecha trabaja en la prevención del vih con las llamadas poblaciones clave.

Hoy se sabe que el vih ya no es sinónimo de muerte si se detecta a tiempo y si el paciente sigue el tratamiento.

A la falta de vacuna y cura, los retos de la enfermedad se acentuaron con Covid-19, pues organizaciones civiles ahora tienen que buscar estrategias para prevenir dos pandemias.

LEJOS DE LA META

El mundo está lejos de lograr la meta de acabar con el sida para el año 2030, señala ONUsida en la jornada de hoy, no por una falta de conocimientos o capacidad, sino por las desigualdades sociales, culturales y económicas.

El Capasits Nuevo León, por ejemplo, ubicado en la Colonia Industrial, es desde 2009 la única clínica especializada en vih en el Estado. El acceso a ella es difícil para pacientes que llegan de otros puntos del área metropolitana o de municipios rurales.

Hace unos días, la actual Secretaria de Salud del Estado, Alma Rosa Marroquín, lo visitó. También acudió la Secretaria del Ayuntamiento de Monterrey, Lucia Riojas.

“Esto fue histórico”, resume Abel. “Nunca se había visto un Secretario de Salud en Capasits”.

A la funcionaria estatal se le expuso la necesidad de una nueva clínica en Guadalupe.

“Tenemos todas las condiciones para favorecer la respuesta al vih sida en Nuevo León”, señala Abel.

A pesar de 40 años de violaciones a derechos humanos, dice, hay todavía esperanza.