Jordan: maestro y youtuber

En una habitación de su casa, Jordan García instaló una gran tela verde que ayuda para los efectos digitales. Al frente, una cámara de video y dos lámparas que arrojan la luz necesaria para la grabación de los videos que sube a su canal de YouTube.

En esta popular plataforma, este maestro de secundaria ha encontrado una manera efectiva para acercar a sus alumnos a los contenidos de su clase, una materia que no siempre es bien recibida por los adolescentes: Historia.

Tiene 28 años, se considera un nativo digital y decidió basar su pedagogía en el aprendizaje invertido, un concepto del siglo 21 en el que los estudiantes comienzan su aprendizaje fuera de lo que tradicionalmente se considera como salón de clases, en este caso, a través de videos.

“Es una metodología donde la teoría se aprende afuera de la escuela y el tiempo que trabajamos en el aula lo dedicamos a a dialogar sobre el tema, y yo soy su facilitador”, cuenta este profesor que imparte la materia en el tercer grado en la Secundaria No. 98 Cronistas Municipales de Nuevo León, en Apodaca.

Durante la pandemia, su canal de YouTube pasó de 3 mil a 10 mil suscriptores. Tiene al momento 80 videos al estilo de todo un youtuber, duran entre 10 y 15 minutos, y han sido vistos por sus alumnos, pero también por maestros y estudiantes de otras partes del País. Incluso ha recibido mensajes de España y Argentina.

Para sus producciones, García toma como punto de partida los contenidos del libro de texto. Elabora resúmenes y un guion, hace las grabaciones y él mismo produce: coloca como fondo imágenes de héroes nacionales, mapas, banderas, animaciones gráficas. Y listo. Son varias horas extra invertidas que bien vale la pena, comenta.

“Trato de reducir ese contenido a un lenguaje simple, llano, donde los alumnos entiendan de manera fácil”, señala.

“Son temas abstractos, alejados de la realidad de los estudiantes. Ése es el reto como maestro: estar actualizándonos. Somos una sociedad que desecha muy fácil, muy rápido la información, y los alumnos son muy visuales”.

Con este proyecto, García ganó el segundo lugar del Premio a la Mejora Educativa 2020 organizado por la Fundación Treviño Elizondo. El reconocimiento incluía 30 mil pesos en tarjetas intercambiables en una tienda de artículos de oficina, monto que aprovechó para comprar una cámara profesional, un micrófono, un escritorio y un mejor programa de edición digital, lo que permitió mejorar la calidad de sus videos.

YouTube ha comenzado a pagarle cierta cantidad cada dos meses. Es poco para lo que se invierte, dice García, sin embargo, lo que importa no es su número de seguidores, aún menos lo que pague la red social, sino que sus estudiantes realmente aprendan.

Denise: maestra y mamá

Durante el encierro y la escuela en casa hubo mamás que se volvieron maestras de sus hijos, pero Denise Carolina de la Garza, joven madre de familia, tuvo también que hacer malabares para atender a sus dos hijos casi adolescentes, un embarazo en el último año y a sus 30 pequeños e inquietos alumnos de jardín de niños en línea.

“Mis hijos tenían que conectarse a clases”, recuerda Denise, quien desde 2008 trabaja en el Jardín Cuauhtémoc. “Yo tenía que dar clases por la mañana, toda la mañana, y ellos estaban en el mismo turno, así que tuvieron que hacerse muy independientes y ayudarse entre ellos. Uno de ellos en primaria, otro en secundaria, y sí, fue difícil”.

Aunque contaba con el apoyo de su esposo, hubo momentos estresantes, recuerda.

“Había niños que no traían ningún tipo de educación o no podían permanecer sentados, corrían mucho o querían estar hablando. La mamá a veces se veía que se estresaba y le decía al niño: ‘¡Siéntate, hazle caso a la maestra!’.

“Y yo o le decía: ‘No se preocupe, mami, vamos a empezar de poco a poco”.

Y así comenzó a adaptarse a una modalidad a distancia aún más desafiante con niños de preescolar. Para ello, durante la pandemia tomó cursos de la Fundación Treviño Elizondo que le ayudaron a tener recursos para salir adelante.

“Nos iban dando paso a paso, desde cómo abrir la plataforma, cómo integrar aprendizajes, dónde buscar temas, cómo integrar alumnos, habilidades de comunicación, cómo motivar a los niños”, cuenta la maestra.

En el segundo año de confinamiento llegó un embarazo y, meses después, la instrucción de volver a clases presenciales, recuerda la maestra. Pese al miedo a los contagios, regresó en noviembre pasado.

“Pasé parte del embarazo trabajando con los alumnos”, dice. “Nada más me cuidaba y, como no asistían muchos niños, dije: ‘Bueno, me arriesgo, esperemos que no pase nada’. Gracias a Dios no pasó nada”.

Después de su incapacidad por embarazo, la educadora está a punto de reintegrarse al jardín de niños, el lugar en donde hace lo que ama aun y con tantos retos de por medio: formar a los niños más pequeños.

Kassandra: maestra y psicóloga

Kassandra Pérez debió sacar durante la pandemia a la psicóloga que lleva dentro, y por fuera también, pues cuenta con el título universitario.

Esta maestra de primer grado en el Colegio Mexicano es licenciada en psicología, sin embargo, desde hace cuatro años decidió dedicarse a ser miss Kassandra y entregarse a la enseñanza de los niños más pequeños.

Con su ojo clínico desarrollado en la universidad, no sólo se ha dedicado a guiar a sus alumnos en sus primeros pasos de la escritura o de los cálculos mentales, sino también a contener las emociones, tanto de sus estudiantes como de sus mamás.

“Había mamás que a veces se sentían muy estresadas y yo les decía: ‘Ahorita lo más importante es cuidar la salud mental del niño y de ustedes'”, recuerda esta joven profesora.

“Hubo también que reeducar a los papás”, dice, “porque veían las actividades de sus hijos en sus libretas, a veces con errores, y su reacción era querer corregirlos, pero yo les decía: ‘No, así está bien. Es el logro de tu hijo: si es poquito, si es mucho, es el logro de tu hijo, y lo que vamos a hacer es trabajar para que mañana sea un poquito mejor”.

Durante el año y varios meses que duró la escuela en línea, Kassandra logró conectar con sus estudiantes. Echaba mano de los recursos a veces menos pensados, como por ejemplo mostrar las fotografías de sus perros.

“Intenté acercarme a ellos de la forma en que podía”, sonríe.

En este ciclo escolar, el regreso no ha estado libre de complicaciones, dado que los niños más chicos se enfrentan a una realidad desconocida: el colegio presencial. Pero también tiene nuevas herramientas, pues aprovechó la pandemia para estudiar una maestría en Educación en línea, en Tec Milenio.

“Trabajo con los niños mindfulness, actividades de relajación, respiración”, explica. “Movemos los bancos y hacemos yoga para niños, actividades chiquitas que, espero, sean una semillita que se les quede y que en algún momento les ayude con sus emociones, como el enojo”.

Durante estos dos años la sociedad conoció a gran escala la empatía de los maestros, su sensibilidad (Kassandra cuenta que lloró en varias ocasiones en la pantalla, con niños y sus papás), y su fortaleza.

“Como maestra tienes que estar bien, es trabajarte tú primero, sentirte bien, intentar tener un balance, para poder ayudarlos a ellos”, expresa.

María Luisa: maestra e invencible

La maestra María Luisa Quiñones recuerda sus primeros años como maestra en una pequeña comunidad de General Bravo cuando debía cruzar el Río San Juan con todo y zapatos.

Tenía entonces 22 años, hoy tiene 84 y es directora en activo de una escuela.

De sus 62 años como maestra, ha dedicado 40 a dirigir la Primaria Presidente Don Benito Juárez, en Guadalupe, donde trabajan seis maestras y estudian 125 niños.

Aunque podría ya estar jubilada, esta directora ha decidido mantenerse al pie de la escuela.

“Es mi trabajo y mi vida”, dice. “No se imagina lo que me encanta. El tiempo que paso en mi centro de trabajo no lo siento. ¿Por qué? Porque yo nunca he sido esclava del horario, de estar: ‘Ya se pasaron 10 minutos ¡y no suena el timbre’!”

Estos meses han sido de mucho más trabajo, cuenta, pues ha tenido que enviar y llevar oficios para reparar su escuela. Durante la pandemia los delincuentes, a quienes llama “buitres asesinos de la educación”, han desmantelado constantemente su escuela. Han robado el cableado, las ventanas, las tuberías.

“Hasta los más mínimo que había, todo se llevaron”, afirma, “y por si fuera poco, las ventanas, todas, por lo que el edificio está a la intemperie”, comenta.

Aún así, no ha dejado de trabajar y los niños acuden en su totalidad desde el 25 de abril.

“Todo lo estoy pagando yo, todo lo que se está comprando, porque la Secretaría (de Educación) no nos ha dado un 20 partido por la mitad”, subraya con fuerza, aunque no deja de pedir apoyo para rehabilitar la infraestructura, mayor vigilancia.

Durante el trabajo en casa, cuenta la directora, encontró la forma de adaptarse al uso de la tecnología. Fue difícil, pero con el apoyo de su hija podía entrar a las plataformas para visitar los salones virtuales de su escuela. 

“Los aparatos modernos son difíciles, pero aquí tengo a mi hija que me auxilia”, expresa.

Lejos de apagarse con los años, su vocación docente se ha hecho más fuerte. Invencible.

“Me siento como el primer día cuando llegué a la escuelita del medio rural, donde tuve que cruzar el Río San Juan, lo crucé con todo y zapatos, y se me hizo noche”.

Por su trayectoria, el Municipio de Guadalupe ha decidido poner su nombre a partir de este año a una presea dedicada a los maestros que, como ella, llevan más de 60 años de servicio a la educación.

El premio para María Luisa, sin embargo, estaría completo con la rehabilitación de la escuela a la que ha entregado buena parte de su vida y por la que ha visto pasar a generaciones de niñas y niños que guardan un gran cariño por ella.