
PADRE LUIS EDUARDO ZAVALA
CUMPLIR EL MANDATO DIVINO
La masacre de 72 personas migrantes en el 2010 en San Fernando y una conversación con el Padre Pedro Pantoja, conocido defensor mexicano de los derechos de migrantes fallecido en 2020, fueron detonantes para que el sacerdote Luis Eduardo Zavala decidiera entrarle a este enorme reto.
Es fundador de Casa Monarca, asociación que en mayo del 2022 abrió su albergue en la Colonia Santa Martha, en Santa Catarina, con apoyo de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR).
Desde el 2015 brindan asesoría legal y alimentos a personas migrantes en Nuevo León.
En entrevista desde Indiana, a donde viajó para presentar el trabajo de Casa Monarca a investigadores y alumnos de la Universidad de Notre Dame, comparte una reflexión del Evangelio: “Siervos inútiles somos, no hacemos más que lo que tenemos que hacer”.
“Desde el punto de vista creyente es esa misma experiencia interior: el Señor nos mandó a que le diéramos de comer al hambriento, de beber al sediento y a hospedar al peregrino”, dice.
“Ese mandato es claro, está al inicio de nuestro albergue y es lo que da fortaleza y sentido a nuestra labor”.
Y es que para el sacerdote en este camino se le han presentado una serie de coyunturas que él define como “divinas” y que lo han motivado a seguir.
Una muy clara, dice, ocurrió en el 2016 cuando tras la publicación de su labor en EL NORTE una ciudadana lo buscó para darle un fuerte donativo.
“Eso representó para mí la confirmación de que Dios quería que me dedicara a esto y que construyera un albergue”, comparte.
Al preguntarle sobre su momento más difícil, recuerda el infarto que tuvo en el 2018 tras enfrentar altos niveles de presión y estrés por una crisis migratoria que no se daban abasto para atender, sumado a la falta de recursos en ese entonces para abrir el albergue.
Fue un parteaguas en su vida: tuvo que replantear sus hábitos y, sobre todo, aprendió a poner una confianza absoluta en Dios cuando la situación se torna difícil. “Y ahora es sentir que Él es quien va guiando, el que va proveyendo, el que va abriendo los corazones de las personas para ayudar a nuestra labor”, añade.
El Padre Zavala ha sido impulsor de integrar a las personas migrantes al mercado laboral de Monterrey.
“No vamos a resolver el problema de la migración, pero cada contexto particular nos mueve a intentar hacer algo”, dice, y es precisamente al dejarse tocar el corazón por cada historia lo que lo mantiene firme en esta labor.

PADRE LUIS EDUARDO VILLARREAL
LA ENSEÑANZA DEL MIGRANTE
El Padre Luis Eduardo Villarreal cuenta la anécdota de una venezolana que cruzó la selva del Darién, entre Panamá y Colombia, conocida por migrantes como un infierno: está llena de cadáveres de personas que no lo lograron.
Con la esencia apacible que lo caracteriza, el sacerdote dice que las personas migrantes son profetas de esperanza, le han enseñado lo que es la verdadera resiliencia y fe en Dios. Con ellos ha aprendido a ser fuerte y solidario en la adversidad.
Es el párroco de la Iglesia San Francisco Xavier, en Guadalupe, donde cada domingo invita a migrantes a que compartan su testimonio en misa. Recuerda uno reciente.
“En el Tapón del Darién son 100 kilómetros de trayecto”, dice. “Pantanos, animales salvajes, crimen, olores fétidos por cadáveres regados, todo eso ella lo plática, pero al final dice: ‘Fue fácil también porque Dios venía conmigo’”.
Villarreal conversa en una oficina del albergue Casanicolás, donde por la ventana se observa un patio con niños jugando, mientras que mujeres y hombres conversan sentados en el suelo o sillas. Y sigue con el testimonio de la mujer venezolana: “¿Dime si no te pega una cosa de ésas?
¿Dime si no te conmueve la fe de una persona que se está jugando la vida creyendo que Dios la lleva de su mano y eso la hace resistir?
“Eso a mí me pega, yo estoy presidiendo la Eucaristía y escuchando eso. Yo predico tres minutos, cinco minutos, pero luego les doy la palabra a los migrantes: es el espacio para la voz de ellos, y cuando te dicen eso, pues dices: ‘Aquí está Dios’”.
“De esa resiliencia es de la que estamos hablando”.
En el 2008, Villarreal fundó Casanicolás en la Colonia Guadalupe Victoria, en Guadalupe, uno de los albergues pioneros en el Estado para defender los derechos de las personas migrantes.
Lleva más de 15 años escuchando sus testimonios y se sigue conmoviendo igual con cada uno.
¿Cómo hacerle para dejar de juzgar y entender este fenómeno? El Padre Luis Eduardo invita a conocer la realidad que enfrentan migrantes en sus países de origen y en el trayecto para intentar llegar a Estados Unidos.
“Desde 2004 que empezamos a construir el albergue yo tomé una opción: ‘Aquí le doy y aquí le sigo hasta el final’”, dice.
“Algunas veces he sentido las ganas de rajarme, todos los días hay una circunstancia difícil: una familia, una persona, que la policía y, sin embargo, el sólo hecho de permanecer, de estar en pie, de seguir prestando esta ayuda humanitaria, nos prende, nos vuelve intensos”.

PADRE FELIPE DE JESÚS SÁNCHEZ
‘DIME TÚ: ¿A DÓNDE LOS MANDO?’
“¿A dónde los mando?”, responde el Padre Felipe de Jesús Sánchez cuando se le pregunta sobre la cantidad desbordada de personas migrantes que ha aceptado recibir en Casa Indi.
Este albergue ubicado a un lado de la Parroquia Santa María Goretti llamó fuertemente la atención en el 2021 cuando llegó a tener hasta mil 400 personas haitianas que abarrotaron las instalaciones, por lo que se tuvo que improvisar un campamento en la Calle Miguel Nieto, cerrando la circulación entre Bernardo Reyes y José María Luis Mora.
Pese a la situación tan compleja que significa atender a tal número de personas, el Padre Felipe ha sido contundente en su postura de recibir a la mayor cantidad de migrantes posibles adecuando comedor, parroquia y cuanto espacio pueda por una razón: son seres humanos.
“Mientras no haya más opciones de dónde se puedan quedar, no tengo otra opción. Dime tú: ¿A dónde los mando?”, dice el sacerdote.
“Cuando fue la pandemia y que nos infectamos 120, se llevaron a los infectados a una escuela, no eran tantos y, sin embargo, no podían atenderlos y me los regresaron aquí. A los infectados los atendíamos en el tercer piso, a los no infectados en el segundo piso”.
Casa Indi, que significa Institución Normativa de los Indigentes, nació en el 2014 en la Colonia Industrial con el objetivo de ayudar a personas en situación de calle.
Pero en el 2015, ante la llegada de caravanas de migrantes, abrió sus puertas abrió sus puertas a esta población.
“Es un deseo del Señor”, comenta, “de que nosotros como Iglesia seamos una Iglesia de puertas abiertas y de salida para ver las necesidades de la sociedad que nos exige no quedarnos en nuestra casa, en nuestra comunidad, sino ver las necesidades”.
En un principio era una migración principalmente de varones, pero ahora destaca una gran cantidad de mujeres con niños.
Actualmente, dice, atienden a unos 600 migrantes que, en su mayoría, están en el albergue de la Colonia Industrial y otros divididos en dos casas ubicadas en el Centro y en Mitras.
El sacerdote impulsa el proyecto de crear en esta zona un edificio de siete pisos para albergar a la población migrante, pero está a la espera de recursos y de los permisos de construcción.
Cuando era niño vivió la pobreza económica, expresa, por eso sabe lo que significa pasar hambre. Y, ante esto, se siente feliz y satisfecho de poder ayudar a poblaciones tan vulnerables.