Perfiles desiguales

La apertura de carreras y estudios de posgrado en México sobre gestión cultural, a inicios de este siglo, trajo consigo la posibilidad de profesionalización de los funcionarios del sector.

Una oportunidad que, aunque empieza ya a hacerse notoria, algunos gobernadores todavía deciden ignorar.

Esto ha derivado, según una revisión de REFORMA, en cuatro perfiles de funcionarios: los que tienen tanto estudios específicos como experiencia profesional en la gestión cultural; los que tienen estudios en algún área de la cultura y experiencia en la gestión cultural; los que no tienen estudios en ningún área de la cultura, pero sí experiencia en la gestión del sector, y los que no poseen ni estudios ni experiencia comprobable en la materia. 

“La cantera de la que han abrevado, normalmente, los principales cargos de la administración pública federal, estatal y municipal, han provenido, para el campo cultural, de aquellos profesionales dedicados a la historia, la antropología, la comunicación, la sociología, la psicología incluso, en fin, de carreras que son afines a la actividad cultural, pero que no son camada de licenciados en gestión de la cultura”, reseña Eduardo Cruz Vázquez.

Éste es el caso, por señalar algunos, de funcionarios actuales con trayectorias longevas y comprobables, como Adriana Camarena de Obeso, comunicóloga de profesión, que antes de dirigir el Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato tuvo cargos en el Conaculta, el INBA y el Festival Internacional Cervantino.

Otro de estos casos es el de Víctor Cata, Secretario de las Culturas y las Artes de Oaxaca, quien es licenciado en historia, escritor, traductor y lingüista que ha sido becado por el Fonca y fue funcionario de la Secretaría de Cultura federal.

Aunque esto ha sido la norma, persisten perfiles de funcionarios en las administraciones actuales que no cumplen con criterios educativos ni experiencia en el sector.

Así ocurre, por ejemplo, con Julieta Goldzweig, Secretaria de Turismo y Cultura de Morelos, cuyo currículum académico no es público en el portal de su estado, no se encuentra en el Registro Nacional de Profesionistas y tiene trayectoria de empresaria restaurantera.

Otros, según acusa la comunidad cultural de sus estados, han saltado al cargo por afinidades políticas.

Así ocurre con Rebeca Alejandra Enríquez, Secretaria de Cultura de Chihuahua, pasante de la licenciatura en Derecho que, después de haber sido regidora del Ayuntamiento del Municipio de Chihuahua (2004-2007), siguió a la actual Gobernadora del estado, María Eugenia Campos, primero a la dirección del Instituto de Cultura del Municipio de Chihuahua (2016-2021), sin experiencia previa en la cultura, y luego a la titularidad de la secretaría.

Un caso similar al de Antonio Martínez Velázquez, Secretario de Cultura de Tlaxcala, ex vocero de la Secretaría de Cultura federal, con una carrera trunca de derecho quien, al momento de su nombramiento en lo más alto del escalafón de su estado natal, contaba con una trayectoria en el servicio público menor a los tres años, sin experiencia local.

Asimismo, Brenda Denisse de la Cruz, licenciada en educación y contadora, llegó al Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes habiendo sido únicamente Directora de Cultura en el Municipio de Altamira, hecho que ha sido reprochado en su estado.

Existen también ejemplos donde la trayectoria en ramos como la educación suele hacerse valer para la cultura, como con Ramiro Chávez Gochicoa, Secretario de Cultura de Tabasco, comunicólogo y psicólogo organizacional que fue rector de la Universidad Politécnica del Centro, sin un solo encargo cultural en su carrera.

También lo que ocurre con Martha Elizabeth Torres, Secretaria de Cultura de San Luis Potosí, contadora de profesión que laboró previamente en una empresa de ingeniería electroacústica, en un despacho jurídico privado y luego en la administración de una televisora.

Por fortuna, estima Cruz Vázquez, esto deberá ir cambiando.

“En el momento en que se reconoce que la gestión cultural ya está en edad adulta y se crean estudios de licenciatura, que eso ocurrió en los primeros cinco años de este siglo, se genera un perfil profesional adecuado para manejar las titularidades de las instituciones culturales, pero, además, también para cualquier otro de los cargos que implican estas tareas”, reflexiona.

“Es de pensar que, en lo que viene de este siglo 21, deba darse esta sustitución paulatina entre profesionales de carreras afines a la gestión y la política cultural por profesionales que egresan de la carrera de gestión cultural”, vislumbra.

Y aunque los estudios y la trayectoria no son sinónimo instantáneo de resultados, algunas entidades, sin importar el partido político, ya han tomado la decisión de hacer titulares a perfiles con estudios, ya sea a nivel licenciatura, posgrado o diplomados en gestión cultural, y con experiencia en el campo.

Este es el caso de los gobiernos de Baja California, Ciudad de México, Coahuila, Estado de México, Jalisco y Nayarit.

Es de pensar que, en lo que viene de este siglo 21, deba darse esta sustitución paulatina entre profesionales de carreras afines a la gestión y la política cultural por profesionales que egresan de la carrera de gestión cultural".