Francisco  Morales V.

Octubre de 2022 trajo consigo una imagen difícilmente olvidable: dos jóvenes activistas contra el cambio climático arrojando una lata entera de sopa de tomate a Los girasoles, de Vicent Van Gogh, en la National Gallery de Londres.

Este acto, orquestado por integrantes de la coalición de grupos medioambientales Just Stop Oil, fue ejecutado, estratégicamente, durante la semana que ocupa la edición londinense de la mediática feria de arte Frieze.

Con los ojos del mundo del arte puestos ahí, en la capital británica, el colectivo subió de tono una serie de protestas que habían estado llevando a cabo durante todo el año y que, hasta ese momento, consistían en adherirse con pegamento a los marcos de las obras de arte, o a las paredes en las que están colocadas.

Apenas unos días después de esta nueva forma de protesta, el grupo alemán Letzte Generation emuló a Just Stop Oil arrojando puré de papa a una pintura de Claude Monet en el Museo Barberini de Potsdam.

La tendencia se estableció de inmediato: pegamento y salsa de tomate en un Vermeer; sopa de chícharo a otro Van Gogh, petróleo a un Klimt, y rayones de plumón en una serie de Warhol, entre otras acciones consumadas o frustradas en el acto.

Hasta el momento, ninguna de las obras presenta daños significativos o irreversibles, ya sea por estar protegidas por vidrio, por la oportuna intervención de los custodios, o por buenas prácticas de conservación, pero la preocupación entre las instituciones culturales es muy grande.

Para inicios de noviembre, alarmados por esta tendencia, 92 directivos de algunos de los más prestigiosos museos del mundo, como el Museo de Louvre de París, el Museo de Arte Moderno (MoMa) de Nueva York, el Museo Nacional del Prado de Madrid y el British Museum de Londres, firmaron una carta conjunta expresando su consternación.

“En las últimas semanas hubo varias agresiones a obras de arte en museos internacionales. Los activistas responsables subestiman la fragilidad de estas irreemplazables obras de patrimonio cultural mundial, que deben ser conservadas. Como directoras y directores de museos responsables de las obras, su peligrosidad nos ha conmovido profundamente”, exponen en la misiva, impulsada por el Comité Alemán del Consejo Internacional de Museos (ICOM Alemania).

Tras las distintas protestas, los activistas han reiterado que los actos vandálicos han sido diseñados para no dañar las obras y, con discursos similares, plantean una pregunta a la comunidad internacional: ¿Por qué indigna más ver en peligro una pintura que retrata a la naturaleza, que el peligro mismo en el que se encuentra la naturaleza ahí representada?

“Quiero dejar una cosa perfectamente clara: no infligimos daño alguno a la pintura”, fue una de las primeras declaraciones realizadas por Phoebe Plummer, una de las dos activistas de Just Stop Oil que arrojó la sopa de tomate a Los girasoles.

“Estamos usando estas acciones para obtener atención mediática y hacer que la gente hable de esto (el cambio climático) ahora. Sabemos cómo funciona la resistencia civil y la historia nos ha enseñado que esto funciona”, expuso también.

Se trata de una discusión ética que no es sencilla, además de un reto constante para los custodios del patrimonio artístico del mundo.

Como una tendencia que pareciera no tener un fin cercano y que salta de lugar a lugar con suma rapidez, los profesionales de los museos en México ya se preguntan, con preocupación, qué pasaría si esta forma de protesta llegara al País.

 

En las últimas semanas hubo varias agresiones a obras de arte en museos internacionales. Los activistas responsables subestiman la fragilidad de estas irreemplazables obras de patrimonio cultural mundial, que deben ser conservadas. Como directoras y directores de museos responsables de las obras, su peligrosidad nos ha conmovido profundamente".